Más de cien años después de su muerte, Emily Dickinson
continúa siendo todo un misterio. Nació y murió en la misma casa, Homestead, en la que, en
sus últimos años, vivió recluida. Cuando apenas tenía catorce años, confeccionó
un herbario que contiene cuatrocientos veinticuatro
especímenes de flores silvestres de la zona rural de Massachusetts y
que, con el paso del tiempo, se ha convertido en un
importante documento científico para muchas generaciones de biólogos y
naturalistas de todo el mundo. No se casó ni tuvo hijos. Existió por y
para los libros, la naturaleza y la poesía. Escribió casi mil ochocientos poemas
que siempre se negó a publicar; apenas una decena de ellos vio la luz en vida
de su autora. Hoy día está considerada una de las escritoras más importantes en
lengua inglesa de todos los tiempos, uno de los pilares de la literatura
norteamericana moderna y una de las mejores poetas de la literatura universal.
Fascinada
con su historia personal y su obra, la escritora Dominique Fortier escribió Las
ciudades de papel, un libro en el que se refleja su admiración por la
poetisa. Pese a que fue galardonado en 2020 con el Prix Renaudot de Ensayo, se
trata de un libro híbrido entre la ficción y la autonarrativa. Fortier imagina
momentos de la vida de la escritora de Massachusetts e intercala algunos
pasajes en primera persona sobre su propia experiencia personal, concretamente
lo que vivió cuando se instaló a en una antigua casa junto al mar en Nueva
Inglaterra. Estos fragmentos autobiográficos son apenas pinceladas.
Con estos
elementos la autora construye pequeños textos de enorme belleza con una carga
lírica importante. Imagina momentos de la vida de Dickinson al tiempo que
reflexiona sobre la creatividad, la inspiración, la escritura o la importancia
que pueden llegar a tener los libros en la vida de determinadas personas. La
creación literaria como una manera de vivir, un objetivo en sí misma más allá
de que un escritor publique o no el fruto de su trabajo. Los libros como un
hogar en el que habitar, casas de papel en las que quedarse a vivir para
siempre. Porque Emily Dickinson vivió en los fragmentos de papel en los que
escribió cada una de las líneas de sus muchos poemas.
Fortier retrata así la vida espiritual
de la “dama de blanco” como la apodaban; cuentan que la poetisa vistió por
entero de este color en la última etapa de su vida. Su entrega y dedicación
total a la poesía y a los libros no es vista por la autora de Las ciudades
de papel como algo negativo; bien al contrario, se pregunta por qué no hay
más escritores que se aíslan del mundo para consagrarse por entero a la
escritura, tal y como hizo Dickinson.
La autora
es capaz de captar la riqueza de la vida interior de la poetisa. Nos la
presenta como una persona entregada totalmente a su arte, no como una
excéntrica. Emily Dickinson hallaba en los libros todo lo necesario para vivir
y ser feliz. No se trata de una biografía sino de un intento de acercarnos al
mundo interior de la protagonista, tal y como lo imagina la autora a partir de
los vestigios sobre su vida que han trascendido y han llegado a nosotros por
diferentes medios. Además de atrapar al lector con la belleza de sus textos,
Fortier tiene la capacidad de despertar en él el interés por la enigmática
figura de Emily Dickinson y avivar las ganas de sumergirse en su obra poética.
María Dolores García Pastor