Está claro que los
huérfanos, siempre envueltos en emocionantes aventuras y desventuras, dan para
mucho en literatura. No todos son iguales, sin embargo. Así, tenemos huérfanos
infelices, huérfanos felices y huérfanos con una ligera tendencia al drama y una
imaginación que se sale de las páginas del libro para hacer que la nuestra
vuele. Como sucede con Anne Shirley, la entrañable protagonista de Anne, la de Tejas Verdes, el delicioso
clásico de Lucy Maud Montgomery del que con tanto gusto hoy os vengo a hablar.
Marilla
y Matthew son dos hermanos solteros que llevan una granja en Avonlea y cuya
casa se llama Tejas Verdes. Puesto que Matthew se hace mayor para realizar todo
el trabajo, los hermanos deciden adoptar a un huérfano varón que les ayude.
Cuando Matthew va a la estación de tren, sin embargo, se encuentra con una niña
pelirroja, pecosa y escuálida llamada Anne Shirley en lugar del chico que
esperaban. A pesar de las reticencias iniciales de Marilla, los hermanos pronto
deciden quedarse con la niña y educarla como es debido. ¿Cómo podría ser de
otra manera después de pasar un rato con tan despierta criatura? Anne no solo
le dará quebraderos de cabeza a sus adoptantes con su imaginación desbordante y
sus disparatados despistes, sino que en poco tiempo les enseñará el verdadero
significado de la palabra familia.
Anne
Shirley es una despierta huérfana de once años muy preocupada por su aspecto
(no le gustan sus pecas, pero menos aun ser pelirroja) cuando llega a Tejas
Verdes. Allí nadie la esperaba, pero un pequeño malentendido hizo que la niña que
en su corta vida lo había pasado tan mal acabara en la casa de Marilla y
Matthew, dos hermanos solteros con una granja que sacar adelante.
Anne
es una criatura tremendamente habladora con una fantasía y una vena dramática
que se escapan a toda lógica. Para ella, estar en Tejas Verdes es como un sueño
hecho realidad. Cada día es una aventura para una chica que se equivoca por
culpa de estar siempre en las nubes, que hace amigos y enemigos, que estudia
con ahínco y que, en definitiva, alegra la existencia de los demás al tiempo
que exprime cada minuto de su vida al máximo.
El
universo de Anne está lleno de personas diversas e interesantes que la quieren,
como Marilla, aunque casi siempre sea muy estricta con ella; Matthew, el hombre
tímido que descubre la alegría de vivir cuando conoce a la huérfana; la señora
Lynde, tan crítica a veces como encantadora otras; Diana, la mejor amiga de
Anne, siempre dispuesta a vivir aventuras con ella; la señora Allan, la mujer del
pastor y puede que la más bondadosa del lugar; la señorita Stacey, la maestra
que anima tanto a Anne como a otros chicos de Avonlea a continuar sus estudios
en una reputada academia de la ciudad; la señorita Barry, la tía de Diana con
la que Anne no empezó con buen pie pero a la que enseguida conquistó; y el
joven Gilbert Blythe, el eterno enemigo que quizá no lo sea en absoluto.
Anne, la de Tejas Verdes
es el primer volumen de una extensa saga de libros. En este volumen, conocemos
los inicios de Anne en Avonlea, localidad situada en la isla del Príncipe
Eduardo, Canadá, cuando la niña contaba con once años de edad, hasta más allá
de sus dieciséis. Como es de esperar, a lo largo de las páginas veremos cómo la
díscola Anne crece y se hace, en cierta medida, más madura, sin dejar de ser
siempre una criatura vital, bondadosa y soñadora que espera lo mejor para los
suyos.
Anne, la de Tejas Verdes
ha resultado para mí una grata sorpresa: una lectura sumamente luminosa que me
ha cautivado de principio a fin. Si todavía no conoces a la joven Shirley, por
tanto, te animo encarecidamente a que lo hagas ahora con este primer libro de
sus aventuras en Tejas Verdes, Avonlea y demás. Estoy segura de que, como a mí,
esta lectura te llevará a conocer ese mundo de fantasía de esta niña tan
peculiar, a ver la naturaleza con otros ojos y a apreciar la amistad mucho más
que antes. En serio, ¿a qué esperas para disfrutar de este clásico?
Cristina Monteoliva