Título: Las
chicas Van Apfel han desaparecido
Autora: Felicity
McLean
Traducción: Daniel de
la Rubia
Publica: Ediciones
Siruela
Páginas: 280
Precio: 19,95 € / 9,95 €
Todos los años
desaparecen miles de personas en el mundo. Hombres, mujeres, niños y niñas que
a veces, por fortuna, reaparecen al cabo del tiempo en cualquier otro lugar.
Otros, por desgracia, serán encontrados muertos tarde o temprano. De muchos más
no se sabrá jamás lo qué les pasó, lo que atormentará a sus seres queridos y
allegados durante toda la vida. Y si no, que se lo digan a Tikka, la narradora
de Las chicas Van Apfel han desaparecido,
la exitosa primera novela de Felicity McLean de la que a continuación
hablaremos.
Tikka
Molloy es una autraliana de treinta y un años que trabaja como asistente de
laboratorio en Baltimore, Estados Unidos. Su vida, rutinaria y tranquila,
aunque no feliz, se ve alterada el día que descubre que su hermana mayor,
Laura, tiene cáncer. Tikka pondrá entonces rumbo a Australia para acompañar a
sus padres y a su hermana en tan difíciles momentos; pero también, y sobre
todo, para intentar averiguar qué fue de las hermanas Van Apfel, sus vecinas y
amigas desaparecidas veinte años atrás. Solo el cuerpo de la pequeña Ruth
aparecería en una zanja tras la desaparición de las tres chicas, en 1992,
durante la noche del concurso de talentos en Coronation Park. ¿Qué fue de
Hannah, la mayor de las tres? ¿Y de Cordelia, la mediana y más carismática de
las hermanas? ¿Por qué Tikka no puede dejar de pensar en ellas?
Tikka,
la narradora y, en cierta medida, protagonista de esta historia, es una mujer
que se conforma con un puesto como asistente de laboratorio cuando todo el
mundo sabe que podría haber estudiado para tener un cargo más acorde con su
inteligencia. El problema es que Tikka lleva veinte años sin poder avanzar,
justo desde la noche en la que sus queridas amigas, las chicas Van Apfel,
desaparecieron.
Tikka
viaja a Australia con la excusa de acompañar a Laura, su hermana gravemente
enferma, cuando lo que en realidad la lleva hasta su pueblo natal es la
búsqueda verdad sobre lo que pasó aquella fatídica noche en la que tres chicas
desaparecieron. A lo largo de esta novela, Tikka nos contará todo lo que
recuerda de su vivencias con las Van Apfel, cómo fue la búsqueda, las
incógnitas que quedaron tras su desaparición y las nuevas pistas que algunos
testigos, tanto tiempo después, aportan del caso. ¿Consiguieron huir finalmente
de un padre muy religioso que tenía una extraña relación con su hija mediana?
¿Tuvo algo que ver el señor Avery, el nuevo maestro del colegio, en su extraña
desaparición?
Leeréis
que esta novela guarda ciertos paralelismos con otras como Picnic en Hanging Rock, de Joan Lindsay, o Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides, cuando en realidad la
propia historia nos indica que la mayor referencia que su autora ha tenido a la
hora de crear esta inquietante historia es el caso Chamberlain. En resumidas
cuentas, este caso tuvo lugar en Australia, en 1980, cuando un bebé desapareció
en un parque natural y todo el mundo culpó a la madre, Lindy, cuando ella
afirmaba que un dingo se había llevado a la niña, Azaria. Tras un duro juicio
contra los padres y la aparición de nuevas pruebas, quedó claro que la madre
decía la verdad y fue por fin exculpada. La desaparición de las Van Apfel, si
bien no se produce en iguales circunstancia, supondrá para Tikka prácticamente
lo mismo: algo inexplicable y traumático que solo se puede explicar si es
alguien, un adulto, el culpable.
Las chicas Van Apfel han desaparecido
es, en definitiva, una novela llena de incógnitas que hace que el lector salga
de ella con más preguntas que al principio. Una historia sobre cómo la
desaparición de unas personas cercanas pueden dejar huella en sus allegados,
hasta el punto de hacer que una chica no deje de pensar en el asunto durante
toda su vida. Una magnífica novela veraniega, inocente, por una parte, y cruda,
por otra, que estoy segura que te sorprenderá. Y tú, ¿te atreves a adentrarte
en sus páginas para averiguar qué pasó con las tres hermanas autralianas?
Cristina Monteoliva
© Cristina
Monteoliva.