Mi cajón metafórico de
borradores (es decir, las carpetas que les he asignado en mi ordenador) está
cada vez más lleno de novelas y relatos; algunos más o menos acabados y en
busca de un lugar adecuado (un concurso, una antología…); otros son los que se
vieron aparcados a mitad del proceso de escritura. Y admitamos que la mayoría
de estos últimos se quedarán en el disco duro de mi ordenador perpetuamente,
esperando inútilmente a que yo decida releerlos y hacer algo productivo con
ellos.
Hay
quien no puede retomar la escritura de un proyecto antiguo. Es cierto que con
el transcurso del tiempo no somos los mismos: todos evolucionamos (o
involucionamos) y vemos aquello que una vez escribimos con otros ojos en el
momento presente. Yo, que soy de ideas fijas, sin embargo, y a pesar de lo que
he dicho en el párrafo anterior, de vez en cuando sí que saco del cajón alguno
de esos proyectos que quedaron aparcados.
La
primera lectura de un borrador antiguo es siempre una decepción: en tu mente
todo era mucho mejor de lo que realmente es ahora. Hay demasiado que pulir,
cambiar, añadir. Los personajes no son lo que tú creías, la acción, te resulta
hasta aburrida. Te encuentras de pronto con un gran trabajo por delante, mayor
que el de comenzar una obra desde cero: el de decidir qué vale y qué no de cada
capítulo, la reescritura de lo que no sirve, la creación, incluso, de un nuevo
planteamiento.
En
este fatídico año 2020 he retomado otra vez una de mis antiguas novelas de
zombis. Se trata de la precuela de la primera que empecé a escribir, hace tanto
tiempo, que ni sabría decir una fecha. Calculo que para el año 2030 tendré por
fin terminada mi trilogía de muertos vivientes. O tal vez el 2035, pues tampoco
es bueno tener tantas prisas.
Pasan
los meses desde que retomara esta novela y todavía me pregunto si no sería
mejor olvidarme del manuscrito inicial y volver a escribir desde el principio. Quémalo todo y empieza de nuevo, dice a
veces una voz en mi cabeza. Sin embargo, la mayor parte del tiempo creo que no
todo lo que escribí hace años está perdido, que no puedo dar por inútil las
horas que empleé en aquel primer borrador, por muy verde que me resulte ahora
el resultado.
Publico
este artículo por fin después de muchos meses de haberlo comenzado. Lo dejé
aparcado durante el confinamiento, y mientras tanto... Mientras tanto he avanzado
lenta con la reescritura. Algunos puntos están más claros en mi cabeza, otros
me hacen pensar y pensar durante días. Lamento no ser una persona más
productiva, ¡con tanto tiempo como tengo en este fatídico año que nos ha tocado
vivir y yo voy tan lenta como siempre! Lo dicho: tal vez para el 2030 o el 2035
por fin acabe esta historia. Si esta historia no acaba conmigo antes.
Quémalo todo y empieza de nuevo,
ha vuelto a decir hace un rato esa voz de mi cabeza. Tal vez no haya que
empeñarse en acabar todo lo que se empieza. O tal vez al final merezca la pena.
Solo el tiempo lo dirá.
Cristina Monteoliva
©
Pixabay.