Título: Todo lo que es sólido
se disuelve en el aire
Autor: Darragh McKeon
Traducción: Rocío Martínez Ranedo
Páginas: 424
Precio: 22,50 €
El accidente de la central nuclear de
Chernóbil ha vuelto en 2019 a estar de actualidad tras la emisión de la serie
de televisión homónima. Si bien este terrible suceso y sus consecuencias han
sido tratados en la literatura desde que ocurriera, en 1986, creo que no son
demasiadas las obras de referencia a las que podemos acudir a la hora de
conocer cómo tuvo lugar este desastre de graves consecuencias medioambientales
y humanas, y cómo lo vivieron los habitantes de las zonas colindantes. Si
además queréis saber cómo fue la última etapa de la Unión Soviética antes de
que esta cayera, vuestro libro es Todo lo
que es sólido se disuelve en el aire, de Darragh McKeon: la obra que a
continuación comentaremos.
Moscú, 1986: Yevgueni
es un niño que a sus nueve años, y sin apenas haber tomado clases, toca el
piano de manera extraordinaria. Un buen día, sus compañeros de clase deciden
que el chico no ha de tener todos sus huesos intactos. Tras la agresión a la
que se ve sometido, el muchacho acude en busca de su tía María, que vive con él
y su madre, a la universidad en la que ella da clases cuando no está trabajando
en una fábrica. María acompañará al chico al hospital en el que trabaja su ex
marido, Grigori, un reputado cirujano. Ninguno de los tres sabrá aquella tarde de
reencuentro que el desastre de Chernóbil está a punto de ocurrir, que Grigori
tendrá que acudir allí como médico y que los efectos colaterales del accidente
nuclear repercutirán también en las vidas de María y Yevgueni.
Todo comienza con un
niño, Yevgueni, al que sus compañeros de clase le acosan hasta el punto de
romperle un hueso. Nuestro chico es un prodigio de la música, aunque no quiera
reconocerlo. Alguien que está destinado a convertirse en un pianista famoso,
cuando todo acabe.
De eso, de que el chico
tenga un futuro brillante, en cierta medida, se ocupará María, su querida tía,
una mujer que el sistema ha obligado a cambiar su trabajo de periodista
comprometida con la lucha de los trabajadores por el de gris operaria en una
fábrica en la que las cosas parecen complicarse por momentos. María estuvo una
vez casada con Grigori. Aún parece amarle, pero, ¿por qué todo acabó entre
ambos? ¿Qué secretos guardará María?
Grigori, por su parte,
es un cirujano con fuertes convicciones (las mismas que le llevarán a su
perdición) que ha de acudir a Chernóbil cuando ocurre el desastre. Más tarde,
conocerá a Artiom, un joven campesino al que el desastre cambiará para siempre.
Artiom vivía en una granja junto a su padre, su madre y su hermana cuando todo
ocurrió. Todos fueron evacuados y llevados a un campamento para refugiados
menos su padre, que fue reclutado por las autoridades para hacerse cargo de
parte de las consecuencias del desastre, lo que le llevaría a una muerte pronta
y segura.
Chernóbil estalla y,
como consecuencia, el proceso de desintegración del sistema en el que nuestros
personajes vivían se acelera. El mundo en el que vivían, el único que conocían,
se desmorona y se convierte en algo distinto. Esta novela nos habla de ambos
procesos: del cataclismo humano y medioambiental que produjo Chernóbil y de la
transición de la Unión Soviética a los países que conocemos hoy. Al mismo
tiempo, conoceremos las historias personales de unos personajes carismáticos y
llenos de matices que no pueden dejar indiferentes a nadie.
Todo
lo que es sólido se disuelve en el aire es, en definitiva, una
desgarradora novela coral que nos hace vivir de cerca junto a sus personajes las
consecuencias, desde las más evidentes a las más discretas, de un desastre
nuclear que afectó a todo el planeta y que ha de preocuparnos por lo que supone
todavía y lo que podría suponer de repetirse. Una obra sensible y comprometida que
escarba en busca de la incómoda verdad de la que no hemos tenido noticia hasta
hace relativamente poco, esa que afectaría a tantísimas personas. Dicho esto: ¿a
qué esperas para leer esta magnífica historia?
Cristina Monteoliva
©
Cristina Monteoliva.