Título: Miserere
Autor: Manuel Sosa
Editorial: Esdrújula Ediciones
Publicación: 2017
Páginas: 382
Precio: 18€
¿Hasta
qué punto el sentimiento de culpa puede ser el motor de nuestras acciones? La culpa por no satisfacer las expectativas
que los demás han depositado en nosotros, por no haber sido capaces de cumplir
nuestros propios sueños y ambiciones y, sobre todo, al darnos cuenta del daño
que hemos infringido a personas a las que queríamos y que nos querían, dejando
una huella a veces irreparable en sus vidas.
De la misma forma que existen las cadenas de favores, también los daños
y las culpas se transmiten, se heredan y los vacíos que se crean hoy pueden ser
el origen de nuevos males, nuevas culpas y nuevos vacíos futuros. Muchas veces ese sentimiento pasa
desapercibido para nuestra consciencia y haría falta un psicólogo avezado para
sacarlo. Otras, sin embargo, puede llegar a atormentar hasta tal punto a su
huésped, que no se puede entender su vida sin él.
Ese
trabajo de psicólogo avezado es el que hace Manuel Sosa en su novela Miserere. El punto de partida es el barrio madrileño de
Lavapiés en estos años en los que no sabemos si España ha salido de la crisis o
nos hemos acostumbrado a ella. Una muchacha aparece en su cama con una jeringuilla
de heroína en su cuerpo. Para la policía el caso es obvio: una sobredosis. Sin embargo el polémico juez de instrucción
Horacio Miserere está convencido de que se trata de un asesinato.
Desde
instancias políticas del más alto nivel se trata de archivar el caso. Tres
narcotraficantes han aparecido asesinados y para Juan Albay de la Rocha, el delegado
del gobierno en Madrid con aspiraciones a ascender en el escalafón, que los
ciudadanos hablen de inseguridad en las calles no es, para nada, conveniente. ¿Es esa realmente su motivación?
Pero
en Miserere Manuel Sosa no escribe
únicamente una novela policiaca o un thriller al uso. Por los ojos del lector
pasan la vida de Horacio Miserere, partiendo de su complicada infancia en un
pequeño pueblo junto a su taciturno padre agricultor, su madre y su hermano; su
llegada al Madrid de los años 80 en sus años de estudiante hasta el fracaso de
su vida familiar. En su soledad no deja de pensar en su propia vida, en la
relación con la mujer que perdió y la hija que hace años que no ve, que no ha
acompañado ni en sus mejores ni en sus peores años, con lo que no puede dejar
de pensar en el padre que debería haber sido y no fue.
Nos
adentramos también en los entresijos políticos en la Comunidad de Madrid a
través de la visión de Juan Albay de la Rocha.
Sus ambiciones políticas, cargadas de pragmatismo, le hacen manejar bien
los hilos de las personas que le rodean.
En el universo político, ese que debería estar dedicado a resolver los
problemas de los ciudadanos, pesan más que nada las ambiciones personales, los
egos, el dinero y los bajos instintos. Todas las personas a lo largo del
escalafón tienen una historia detrás y unas debilidades, que puede ser
utilizadas para controlarlas. Eso confrontará al delegado con sus profundas
creencias religiosas, donde buscará la expiación de sus culpas.
Es
también obligado hacer mención del particular estilo narrativo que Manuel Sosa
despliega en su novela. Mezcla un
narrador omnisciente, que ejerce de hilo conductor, con las historias contadas
en primera persona por los distintos protagonistas, incluyendo los propios
textos personales de Albay de la Rocha, buscando que nos adentremos en los
personajes y los comprendamos de forma paralela. La misma construcción de las
frases puede contribuir a crear la oscura atmósfera que consigue en su novela,
por lo que es muy recomendable para aquellos a los que les interesa indagar en
las sombras del mundo en el que vivimos.
Sergio M. Planas