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sábado, 18 de marzo de 2017

Reseña: TODOS ESTABAN VIVOS, de Javier Bozalongo.

Título: Todos estaban vivos
Autor: Javier Bozalongo
Publica: Esdrújulas Ediciones
Páginas: 112
Precio: 12,50 €

Nos pasamos la vida anhelando lo que no tenemos y quejándonos por minucias. Solo cuando algo grave sucede, nos damos cuenta de lo que verdaderamente importa: la familia, los amigos, el techo bajo el que nos cobijamos, los paseos, ese programa de televisión que tanto nos entretiene… ¡Seguir vivos! Pienso esto tras acabar de leer Todos estaban vivos, el libro de relatos de Javier Bozalongo del que a continuación os voy a hablar.
Todos estaban vivos es un libro de narración breve compuesto por un total de veintiséis cuentos de extensión variable, aunque la mayoría de ellos son claramente microficciones, que se agrupan en dos secciones: Uno… (que engloba las doce primeras piezas) y …y los demás (que abarca el resto de cuentos hasta el final del libro). Si bien en la mayoría de estos relatos encontraremos un ácido humor negro y una mirada crítica a la sociedad actual, podría decirse que los relatos de Uno… están un poco más anclados a lo que podríamos llamar el mundo real, mientras que los de …y los demás habitan casi siempre en un mundo fantástico y extraordinario.
El libro debe su título a una frase que encontraremos en el último relato, precisamente uno de los más largos, de título En la mitad del mundo. Gracias a él, asistiremos junto a los personajes del mismo a una alegre convención de poetas que no acaba como todos esperaban por un hecho tan natural como sorprendente. Esta historia, sin duda, nos recuerda, como tantas otras que nos encontraremos en este libro, que vivimos en un equilibrio precario, a punto de romperse de un momento a otro, y que al hacerlo por fin nos damos cuenta de las cosas que verdaderamente importan.  
Y, sin embargo, las historias que nos encontramos en este volumen no podrían ser más variadas, si bien podemos encontrar puntos en común entre ellas, pues ya se sabe que al final los escritores tienden a fijarse más en unos temas que en otros. Así, el desamor y la separación de la pareja son temas muy presentes en La palabra más bonita, Alianzas, ¡Sí, quiero!, La carta, Mousse de limón y Fumar mata; mientras que el amor entre dos aparece en relatos como Migajas, Terremoto y Rojo oscuro.
Del desamor y el amor de pareja pasamos pronto a la familia y sus múltiples y complejos asuntos en cuentos como Contra la hipertensión, El tiempo de un reloj y Plasma.
La jubilación, la suspensión del empleo y el mundo de los bancos son temas tan poco explotados últimamente en el mundo del relato breve (al menos, yo no me he topado con muchos cuentos que hablen de estos temas en mis últimas lecutras) como recurrentes en este libro. Ejemplo de ello son los interesantes títulos: Jubilación anticipada, El hombre menguante, Cajero automático y El premio.
La muerte, las pistolas a punto de dispararse (o ya disparadas) y el peligro son temas que encontraremos en cuentos como La palabra más bonita, Migajas, Terremoto, Sobremesa, Objeción de conciencia, Naked, Hoja de reclamaciones, Nada extraordinario y Desafinado.
Curiosamente, he encontrado un par de relatos que me resultan difíciles de relacionar con otros de este mismo libro. El primero de ellos es Campeona, un cuento que nos habla de la obstinación por seguir adelante, de la superación hasta el infinito. El segundo es Globalización, un relato que, en clave de humor, critica este mundo globalizado en el que nos vemos inmersos hoy en día.
Todos estaban vivos, diré finalmente, es un libro de relatos actual, imaginativo, divertido, mordaz y crítico a la par que asequible para todo tipo de lectores, que invita a buscar el lado divertido a lo negativo, el análisis de los problemas del mundo actual y la toma de conciencia de lo que de verdad importa en este mundo tan convulso en el que vivimos. Un libro de rápida y ágil lectura que, sin duda, deja un buen sabor de boca. Ahora solo falta que te decidas a sumergirte en sus páginas para descubrir todo lo que este libro te puede aportar. ¿Te atreves a comprobarlo?
Cristina Monteoliva