Queridos
amigos lectores,
Hoy
contamos en La Orilla de las Letras
con la entrevista que Judith Bosch (Venezuela,
1982) nos ha concedido recientemente. Para los que no las conozcáis, os cuento
que Judith ha publicado en solitario las novelas Buscando a Ruth (Anroart 2008), Las mil caras del espejo (Veintitrés Escalones 2010), la antología Aperitivos tóxicos y otros relatos
(Veintitrés Escalones 2010) y Amazonas
dormidas (Veintitrés Escalones 2011). Además, ha participado en las
antologías Doble o Nada (Huerga y
Fierro 2009), El ojo Narrativo Ecos [2]
(Anroart 2009), Once mensajes en una
botella (Septenio 2009), Antología
del Microrrelato en Canarias (Anroart 2009), Mascotas (La Pastilla Roja Ediciones, 2015) y en la antología
poética Irreconciliables 2015. También
ha desarrollado creación literaria para proyectos del Centro Atlántico de Arte Moderno, la Casa Museo Antonio Padrón, la
revista cultural Contemporánea, el
proyecto de arte independiente Alharafish,
el plan de lectura Leyendo por Canarias,
la Asociación Cultural Cuando el Río
Suena, el proyecto de Septenio Jóvenes
Estelares y la revista Lúdico-Cultural
MoonMagazine. Por último (por ahora, puesto que estoy segura de que pronto
nos sorprenderá con nuevos proyectos), es Cofundadora
y directora de contenidos de la agencia de Branding y Narrativa Estratégica
IMGENIUZ. Su blog es www.judithbosch.wordpress.com
Podéis encontrar en La Orilla de las Letras la reseña de Amazonas dormidas (pienso colgarla el
mismo día que este artículo).
Dicho todo esto, por fin os dejo con
las palabras de Judith:
¿Cuándo
comenzaste a escribir?
Aprendí
a leer y a escribir a los tres años. Mi primer cuento lo escribí con cinco años
y desde entonces hasta hoy escribo casi a diario: cuentos, reflexiones, versos…
Me aventuré con la novela a los veinte. He escrito cinco novelas, una de ellas
está inédita aún. No creo que la publique nunca.
¿En
qué género te encuentras más a gusto?
Relato y Microrrelato. La novela requiere
demasiada implicación. Tal y como yo la asumo: al menos cuatro meses de
investigación, en los casos más sencillos y, como poco, seis meses de creación,
pensando en los personajes y en la trama cada día, a todas horas. Luego dejarla
enfriar, volver a leer, meter tijera… El relato es más inmediato. No requiere
tanta inversión de tiempo, investigación, planificación... y, sin embargo, sí
te da la oportunidad de implementar técnicas muy precisas que consiguen
impactar, emocionar e involucrar al lector.
©Judith
Bosch.
¿Qué
autores crees que han influenciado en ti como escritora?
De
pequeña solamente leía clásicos del XVIII y el XIX: Dickens, los Grimm, Verne,
Twain, H.G. Wells… Y fábulas y odiseas griegas. Descubrí a Roald Dahl a los
doce y enseguida me enganché a su potente imaginario y a su manera de
entrelazar fantasía y crítica social. Te cuento todo esto porque estoy segura
de que nuestra base, a la hora de entender el mundo desde el punto de vista
narrativo, se forja a esas edades. Ahora mismo admiro a Chejov, Ambrose Bierce,
Jeannete Winterson y Katherine Mandsfield. Los leo y los releo con muchísima
atención. Trato de empaparme de un atisbo de su maestría y de las formulas que
consiguen que la locura y la sensatez se mezclen en un resultado genial. Cada
vez que vuelvo a acabar cualquiera de sus obras pienso: «ojalá algún día
consiga escribir la mitad de bien».
¿Cómo
se te ocurrió escribir Amazonas dormidas?
Vivo
en esta sociedad y, como bastantes personas mucho antes que yo y en estos
mismos momentos, he reflexionado mucho sobre la prostitución. A los dieciséis
años, creo, empecé a pensar y decir que se trataba de «otra profesión como
cualquiera. Estigmatizada por el machismo estructural y la moral
judeocristiana». A los veintiséis, que es cuando empecé a investigar para crear
esta novela, seguía pensando igual, pero tenía mis momentos de duda. Después de
la investigación —bueno, podría decirte que desde la segunda semana de
investigación—, tuve claro que sí, es antigua: la forma de explotación más
antigua del mundo. Creo que legalizarla «como trabajo» sería retroceder. No
creo que jamás vuelva a cambiar de opinión. Imposible que eso ocurra. Digamos
que empecé a investigar para despejar dudas personales y acabé con una novela
que no se parece en nada a lo que tenía pensado en un principio: reflexionar
sobre machismo y tabúes.
¿Por
qué ese título y no cualquier otro?
Iba
a llamarla «El latido de las piedras», pero me pareció frívolo y radicalmente
insuficiente e injusto. Creo que todas las mujeres que se ven obligadas, o
impulsadas, por cualquier motivo, a someter su sexualidad y convertirla en
objeto, tienen una fortaleza especial y rotunda que el patriarcado silencia.
Esto es, en la novela no hablo de las víctimas de la trata sino de mujeres
osadas y fuertes, que acaban tomando ese camino por confundir fortaleza por
aguante —o camino propio, libertad, por esclavitud disfrazada—.
Háblanos
de la documentación de este libro. ¿Hay alguna historia real dentro de él?
Hay
muchas situaciones y experiencias prácticamente calcadas a relatos que escuché
y anoté durante los seis meses de investigación, pero todas las tramas y
personajes principales son ficticios.
©Judith
Bosch.
¿Te
has tropezado con muchas Leilas (la adolescente protagonista de esta obra se
llama así) mientras te documentabas para escribir este libro?
Conocí
a prostitutas que no llegaban a los dieciocho, pero nunca tuve la oportunidad
de hablar con hijas de prostitutas no relacionadas con este ambiente. Las
prostitutas que no quieren vincular a sus hijas con este ambiente son muy
celosas al respecto. Al menos las que yo conocí; ya no es que me negaran la
posibilidad de entrevistar a sus hijas, es que, viendo su reacción cada vez que
sacaba el tema de sus hijas, no tuve ovarios de proponerlo.
¿No
crees que Leila, la protagonista de esta historia, es demasiado inocente?
He
conocido a muchas personas diferentes, que enfrentan realidades muy duras de
manera diferente. He conocido personas que generan un mecanismo de defensa tal
que, a simple vista, aparentan aún más dureza que la realidad que les ha
tocado. Esto es: «La vida es cabrona, pues yo tres veces más cabrona. Conmigo
no van a poder». He conocido personas muy frías, que todo lo reducen a un campo
de problemas y soluciones. Y he conocido personas como Leila, que se meten en
su burbuja, en su realidad inventada, y allí se quedan a salvo, tomando de la
vida solamente lo que no duele. Yo soy así. Tuve una infancia y una
adolescencia bastante duras. Sin embargo, era muchísimo más inocente que amigas
mías con «más suerte» o «una vida aparentemente más sencilla». Creo que hay
muchos tipos distintos de personas y está bien observar y entender distintas
maneras de tomarse la vida.
Amazonas dormidas es un libro sobre prostitución, pero también sobre
racismo e hipocresía social. Este libro se publicó en 2011. En estos cinco años,
¿crees que nuestra sociedad ha cambiado a mejor o a peor en estos aspectos?
No
lo sé y no tengo una opinión formada al respecto. Creo que hay grupos sociales
extremadamente conservadores —y me refiero a conservar diferencias de clases,
creencias machistas, racistas, xenófobas, etc. A esto me refiero con el
término—, conscientes de sus privilegios como grupos opresores, aunque expresen
lo contrario, que ni han cambiado, ni cambiarán. Creo que hay iniciativas y
movimientos que han llevado a pensar y a reaccionar a otros grupos, no
conscientes de estos privilegios en un principio, que ahora se suman a las
luchas sociales. En el mismo contexto, vemos cómo una lacra que creíamos
mermada gana posiciones en toda Europa y grupos bien nutridos de neonazis salen
a invadir las calles. Al mismo tiempo, religiosos extremistas infunden el
terror y reivindican su derecho a expresar y perpetuar costumbres que atentan
contra los derechos humanos. No sé en qué punto estamos y no tengo ni idea de
lo que va a suceder en los próximos años. Sobre la hipocresía: creo que es
condición humana. Lo suyo sería aprender a canalizarla de alguna manera y que
genere el mínimo de daño social posible.
¿Qué
esperas que encuentren los lectores en Amazonas
dormidas?
Un
libro que les invite a pensar. Sobre todo, me encantaría que la gente
convencida de que la prostitución no es explotación, sino «trabajo» mal
gestionado, reflexionara después de leerlo y se animara a conocer entrevistas y
acciones de abolicionistas y exprostitutas consagradas a la abolición. Más que
esperar, deseo que este libro abra mentes.
©Judith
Bosch.
También
has publicado una antología de microrrelatos: Aperitivos tóxicos y otros relatos. ¿Qué nos puedes contar de este
libro?
Cachondeo
puro. Humor negro; tramas, situaciones y personajes absurdos; irreverencias que
cruzan esos límites que algunos quieren ponerle al humor; vueltas de tuerca
insanas… Me encanta. Y estoy preparando
otro de las mismas características. Justo después de publicar por primera vez
ese libro, en 2011, descubrí a Ambrose Bierce y pensé: «¿Dónde ha estado esta
persona durante toda mi vida?». Fue un flechazo, completamente. Después de
leerlo dices: «Coño, tengo que conseguir este nivel de humor negro como sea».
He trabajado mucho desde entonces para mejorar y, sin llegarle a los talones a
Bierce, deseo que, tanto Aperitivos como el próximo libro de
microrrelatos, satisfagan a los amantes del humor retorcido y breve que se
topen con ellos.
¿Qué
nuevos proyectos literarios tienes en marcha?
Estoy
completamente centrada en mi faceta profesional. Trabajo en una agencia de
Branding y Narrativa Estratégica y, desde hace casi dos años, invierto muchos
esfuerzos en las historias y los relatos para marcas. Me encanta porque crezco
con cada relato. La Narrativa Estratégica requiere implementar técnicas
creativas y de comunicación muy concretas. Además, todos los relatos —salvo los
relatos de producto—, están basados en historias reales y no veas lo que me
enriquece eso: entrevistar, escuchar, empaparme, aprender…. El «amor al arte»,
en mi caso, no da de comer, pero puedo aprovechar mi experiencia en iniciativas
y trabajos que sí lo hacen, y eso es lo que ahora atrapa casi todos mis
esfuerzos. Sin embargo, quiero sacar una «Segunda Entrega» de Aperitivos
y, bueno, hay algo que seguro acabaré haciendo: escribir biografías. Hay un
señor, que es marinero y se apoda PI —como el de la novela de Yann Martel—, al
que conocí en un restaurante, de casualidad, y al que estoy deseando
entrevistar para un trabajo largo. Sé que requerirá mucha inversión de tiempo y
esfuerzo, pero me encantaría escribir una novela sobre su vida.
Por
último, ¿te gustaría añadir algo más antes de dar por finalizada esta
entrevista?
Estoy
contenta de haber contactado contigo. Me gusta mucho el encuentro entre libros,
autores y lectores que has creado. Me parece tan inspirador como el mar, motivo
tan presente en este blog, en forma de sensaciones visuales y cognitivas. Estoy
contenta y guardaré esta entrevista en mi caja de recuerdos hermosos. Muchas
gracias y larga vida a las orillas y a las buenas coincidencias.
Muchas
gracias a ti, Judith, por tu tiempo, tus palabras y tus fotos personales.
Espero que tengas mucho éxito en todos los proyectos literarios, y no
literarios, que decidas emprender y pronto muchos más lectores se acerquen a tu
obra, pues merece la pena.
Y a vosotros, amigos y seguidores, muchas gracias
por estar ahí un día más.
Cristina
Monteoliva