Título: Mi abuela
rusa y su aspiradora americana
Autor: Meir
Shalev
Traducción: Silvia
Villalobos Beltrán
Editorial: Ático de
los Libros
Págs: 240
Precio: 19,50 €
La mayoría de las abuelas que conozco se
merecen un buen libro. Uno que hable de aquella alegre juventud perdida, de esa
vida de sacrificio, de este ocaso en el que todo queda ya tan lejano. Una obra
con capítulos repletos de tropiezos, aciertos, soledades, anhelos y
satisfacciones. Un volumen con párrafos y párrafos que hablen del amor dado y
del amor recibido. Eso es lo que siento después de leer Mi abuela rusa y su aspiradora americana, la novela biográfica de
Meir Shalev de la que hoy os hablo.
Tonia era prácticamente
una niña cuando dejó su Ucrania natal para casarse con su cuñado Aharon, una
vez fallecida su hermana, en la lejana tierra de Israel. A pesar de sus ganas
de formar una familia, convertirse en una colona no le resultó nada fácil,
menos aún en un pueblo como Nahalal, tan lleno de polvo y otros elementos que
pudieran llegar a ensuciar su adorada casa. Porque si a algo le temía Tonia era
a la suciedad. Tanto, que una vez su cuñado, el “desertor” que se fue a
América, decidió comprarle una aspiradora, un electrodoméstico que pronto se
convirtió en la cosa más mágica que llegó a tener la humilde familia del autor
de este libro, Meir Shalev.
Reconozco que al
principio quise leer Mi abuela rusa y su
aspiradora americana simplemente por su extravagante título. Tras ojear muy
por encima la sinopsis, además, me hice a la idea de que era una novela muy
divertida, lo que hizo crecer mi interés. Más tarde, sin embargo, cuando empecé
la lectura y me di cuenta de que era una obra biográfica, y puesto que los
ensayos no suelen captar mucho mi atención, me desinflé un poco. Aunque pronto,
tras un par de páginas, descubrí con asombro que no se trataba de una biografía
al uso, sino de una especie de novela biográfica disruptiva, amena, divertida,
tan atractiva como su título. Y más tarde… Bueno, más tarde me enamoré por
completo de la abuela Tonia, de sus manías y de todo lo que la rodeaba.
En realidad ésta no es
sólo la historia de cómo la abuela Tonia se topó con algo tan marciano para
ella como una aspiradora. Centrarse en esa anécdota en concreto habría dado a
su autor para un relato, tal vez uno largo, pero no para una novela tan
singular como esta. Una novela tan compleja, a la vez que sencilla y cercana.
Una obra disparatada, a la vez que sensata. Un libro serio, a la vez que
cómico. Definitivamente entrañable y difícil de olvidar.
Entonces, ¿de qué va Mi abuela rusa y su aspiradora americana?
Sencillamente de una familia bastante extensa, con sus distintas generaciones;
una saga que comienza con unos abuelos provenientes de Ucrania y que acaba con
los revoltosos sobrinos del autor, al comienzo del libro (paradójicamente); una
familia auténtica, con sus propias y
desternillantes anécdotas, su rico lenguaje inventado, su fabulosa mitología; una
familia que podría ser, en ciertos aspectos, la de cualquiera, por lo que
tienen en común todas las familias unidas, pero que no lo es, pues es solo la
del escritor Meir Shalev.
Sin duda, esta historia
no tendría la misma verosimilitud si el narrador no fuera el propio escritor
desde las distintas facetas de su vida, y si este narrador no se hubiera
encargado de recopilar las distintas visiones (distorsionadas y para nada
aburridas) que de un mismo hecho tenían varios familiares. Los lectores somos
así partícipes del juego, de la fábula, del mito, llegando a dudar en muchos
momentos si alguna vez existí la dichosa aspiradora o si todo fue una pesadilla
de la abuela Tonia.
Esta es la primera vez
que me topo con algo de Meir Shalev y
espero que no sea la última. La verdad es que no estoy nada familiarizada con
la literatura israelí, pero si hay más escritores que lo hagan tan bien como
este, ¡bienvenidos sean todos a mi biblioteca! Sí, lo digo con entusiasmo. Y no
es para menos, pues pocas veces son las que me encuentro con narradores con
tanta fuerza, voces capaces de hipnotizarte desde la primera frase aunque estén
hablando de la cosa más nimia. Escritores que nos recuerdan que a veces algunos
escribimos de cosas muy lejanas cuando la verdadera historia está tan cerca de
nosotros. Tan cerca como una abuela.
Cristina Monteoliva