Primavera de 2011. Una escritora
novel (pero no joven) encuentra en internet las bases de un concurso de novela
juvenil. La escritora no ha escrito nunca una novela juvenil, pero le apetece
hacerlo. Tampoco ha ganado un concurso literario desde 3º de la E.G.B. y, sin embargo,
siente que podría con este. Una vez elegido el protagonista y, más o menos, lo
que va a pasar en la historia, se pone a escribir. Totalmente sola.
La
escritora decide no contarle a nadie que está escribiendo una novela para un
concurso hasta que la finalice. Tiene por delante tres intensos meses en los
que tendrá que lidiar con seres de fantasía, giros inesperados de la trama y
datos que consultar en páginas web. Unos días la escritura es fluida; otros,
todo se hace un poquito más cuesta arriba. Sin embargo, la escritora está
decidida: hasta que no acabe el proyecto, no hablará de él. Y así lo hizo.
La
escritora, por supuesto, soy yo, Cristina Monteoliva. Miro hacia atrás y me
pregunto cómo fui capaz de pasar meses sin hablar con nadie de lo que estaba
haciendo, como si acaso aquel fuera un proyecto que pudiera salvar al mundo.
Actualmente, sigo escribiendo sola, pero no tanto. Se suele hablar mucho de la
soledad del escritor, pero lo cierto es que hoy en día la mayoría contamos con
una red de apoyo importante: familiares y amigos, lectores de anteriores obras,
lectores beta… Algunos somos más dados a hablar de nuestros proyectos mientras
estamos trabajando en ellos; otros, simplemente comentamos que tenemos algo en
marcha. Los hay que van dejando leer a los amigos de confianza las páginas
conforme las escriben; y otros que esperan hasta finalizar el proyecto antes de
dejar que alguien lo revise.
La
cuestión es: ¿necesita el escritor estar solo mientras escribe? ¿No tenemos
demasiado ruido de fondo hoy en día, con las redes sociales, las plataformas de
series y películas y demás distracciones al alcance de la mano? ¿No rendiríamos
más si nos encerráramos tres meses y tecleáramos como si no hubiera un mañana?
Yo
lo tengo claro: aunque a veces me siento muy sola mientras escribo, me resulta
imposible volver a escribir un proyecto en secreto. Necesito del apoyo de los
lectores durante el proceso, el saber que lo que estoy creando podrá
interesarles tanto o más como mis anteriores obras. Quejarme cuando me venga
abajo. Compartir mi euforia cuando sienta que voy por el buen camino. Y, ¿por
qué no?, dejarles leer algún fragmento, aunque solo sea un borrador.
¿Que
qué pasó con aquel proyecto que escribir sin decírselo a nadie? Por supuesto,
no gané con él ningún concurso. Una editorial se interesó en su publicación,
pero enseguida tuvieron que recortar secciones (llegó la dichosa crisis) y nos
quedamos sin contrato. Finalmente, decidí sacarlo adelante a través de un
proceso de crowdfunding. La recaudación
fue todo un éxito. Han pasado bastantes años desde su publicación y todavía
llega a nuevos lectores. Pronto serán 400 los ejemplares vendidos. No está nada
mal para una novela autopublicada escrita en secreto, ¿verdad?
Cristina Monteoliva