Una mañana soleada del mes de agosto se
convierte en el principio del fin de muchos de los protagonistas de esta novela
que transcurre en Finis, la imaginaria ciudad costera que aparece en otras
novelas de Juana Salabert. Todo comienza con un cruel atropello masivo y
continúa en el Teatro del Nuevo Mundo donde un comando yihadista retiene a
varios rehenes. La obra se divide en dos partes que coinciden con estos dos
hechos: la primera transcurre en el exterior, en la calle, y la segunda en el
interior del teatro. De manera inevitable los sucesos que se narran en este
libro nos recuerdan sucesos que aún tenemos frescos en la memoria, como el
atentado terrorista en la Sala Bataclán de París o los atropellos en Niza y
Barcelona.
Nos
encontramos ante una novela coral por la que transitan tanto víctimas como
verdugos. En ambos casos se trata de seres al límite: unos van a matar y otros
saben que probablemente van a morir. Del lado de las víctimas personas de
diferentes edades y condiciones sociales conscientes de que pueden estar
viviendo los últimos momentos de su vida. Es por eso que hacen balance y
recuerdan a sus seres queridos, instantes o lo que les llevó a estar en ese
lugar en ese preciso momento: el imprevisible azar, las casualidades del
destino. Entre esas personas algunas que escaparon de infamias como la
dictadura de Videla o el azote del narcotráfico en México. Dejaron atrás el
infierno de sus países para ir a refugiarse a la vieja y confortable Europa
donde morirán a manos de unos desaprensivos terroristas. Turistas,
trabajadores, policías, niños en busca de un helado… todos ellos, simplemente,
pasaban por allí. Del bando de los terroristas, jóvenes deshumanizados capaces
de inmolarse por unos mal entendidos preceptos religiosos, de matar o morir
para conseguir entrar en el paraíso de su fe. Salvo una excepción: un muchacho
al que su hermano utiliza aprovechándose de su inocencia.
La
historia que nos cuenta nos trae a la memoria todo aquello que sentimos frente
al terrorismo, sea del signo que sea. Para quienes somos de Barcelona no será
extraño que identifiquemos esa Finis imaginaria con nuestra ciudad. La lectura
hace rememorar aquel aciago 17 de agosto de 2017 y nos vuelve a la memoria el
miedo, el horror y la tristeza de aquellos días. Al mismo tiempo, es imposible
no empatizar con las víctimas porque podríamos haber sido cualquiera de
nosotros.
La
novela lleva a reflexionar sobre lo breve e imprevisible que es la vida, sobre
la fatalidad, el mal y la abyección humana, pero también sobre la solidaridad y
la bondad. En situaciones límite puede aflorar lo mejor y lo peor de las
personas. A través de la historia personal de cada uno de los protagonistas, de
uno y otro bando, podremos entender las sensaciones que se viven en momentos
como los que nos relata la autora. La atmósfera densa y claustrofóbica de esos instantes
de pánico en los que uno se siente atrapado, el terror que experimentan los
protagonistas, nos sobrecogerán.
María Dolores García Pastor