Para los lectores incondicionales de cualquier escritor
siempre es una buena noticia la publicación de algún texto inédito, de una de
esas obras que aparecen póstumamente en algún cajón. Este es el caso que nos
ocupa para deleite de los seguidores de la obra de Naguib Mahfuz. En 2018, doce
años después de su muerte, salía a la luz un manuscrito desconocido junto a una
nota en la que había anotado “para publicar en 1994”. Si el lector hace
memoria, recordará que ese año Mahfuz sufrió un atentado a manos de integristas
islámicos que consideraban su obra como una blasfemia contra la religión
musulmana. Las secuelas físicas y psicológicas de dicho ataque, su mano derecha
quedó semiparalizada, parecen motivos más que suficientes para que el autor no
cumpliera con su objetivo de publicar dicha obra en la fecha que había
previsto.
El momento finalmente ha llegado y
aquellos textos se han materializado en el libro que nos ocupa, Los susurros
de las estrellas. Se trata de dieciocho narraciones de extensión muy breve
cuyos protagonistas son los habitantes de uno de los barrios humildes de El
Cairo; seguramente sirviera de ejemplo el de Al-Gamaliya que Mahfuz conocía
como la palma de su mano. Es tal la importancia y la entidad de dicho espacio en
todos estos textos que deviene un personaje más: el barrio como protagonista
indiscutible, el escenario elevado a la categoría de personaje principal. El
barrio como microcosmos de historias particulares que, en el fondo, son
universales. El barrio poblado por todo un crisol de personajes típicos y
peculiares de cualquier arrabal egipcio o árabe, en general, de la época en la
que fueron escritos. Se trata de relatos urbanos sobre la vida cotidiana de
gente que trata de sobrevivir al día a día enfrentándose a la intransigencia
religiosa y social, luchando contra la superstición y las fuerzas
sobrenaturales y huyendo de la decadencia en un intento de abrazar la modernidad.
En todos ellos aparece la imprescindible figura del responsable del barrio como
mediador entre los conflictos de sus habitantes. Otro espacio relevante sería
el sótano o la galería subterránea de la vieja fortaleza donde algunos
personajes se las tendrán que ver con fuerzas desconocidas o seres
sobrenaturales que solo se dejan entrever sin precisar demasiado. Dieciocho
historias centradas en el acontecer diario de los barrios populares de El Cairo
que transcurren en medio de atmósferas únicas y están poblados por personajes
singulares que deambulan por las calles que Mahfuz recorría de niño. Una oda a
las alegrías y tristezas, éxitos y fracasos de la gente corriente.
La brevedad
de los textos unida a los finales abiertos, hacen pensar por momentos que se
trata de textos inacabados. Pero no, lo que ocurre es que el autor hace gala de
un impresionante dominio del lenguaje economizándolo como corresponde al género
del cuento. El relato como una tajada de vida, como una porción de realidad. Con
un estilo directo y parco en descripciones nos sitúa de lleno en el centro de
la acción. Cuenta lo que quiere contar, ni más ni menos; no sobra ni falta una
sola palabra. No en vano Naguib Mahfuz está considerado por muchos como el
mejor narrador árabe desde Las mil y una noches. Tal vez esto pueda parecer
discutible para algunos, pero lo que nadie le puede negar es el mérito de haber
sido el primer escritor árabe en recibir el Premio Nobel de Literatura. Como bonus
track, al final de los dieciocho cuentos encontramos el discurso que el
escritor dio en 1988 durante la ceremonia de entrega de dicho galardón.
Un libro
muy recomendable no solo para los fieles seguidores del escritor egipcio sino
también para amantes del género del cuento breve e incluso de la literatura de
viajes, porque las obras de Mahfuz son siempre un billete de ida a los
concurridos y bulliciosos microcosmos de la capital cairota.
María Dolores García Pastor