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martes, 28 de diciembre de 2021

Reseña: EL DULCE LÍQUIDO, de Alicia Sánchez Martínez.

 


Leí por primera vez a Alicia Sánchez Martínez en una antología de relatos de varias autoras en la que cada una de ellas le daba la vuelta a un cuento clásico desde una perspectiva siniestra. En el caso de Sánchez daba la réplica al de Caperucita Roja y para mí fue todo un descubrimiento. El suyo era, con diferencia, el relato más rompedor e intenso, el más transgresor también, puesto que abordaba una temática tan incómoda como la zoofilia sin llegar a ser desagradable por demasiado explícito o vulgar. De los dieciséis que formaban la antología éste fue el único que me despertó las ganas de conocer más a fondo a su autora, de volverla a leer. La narración combinaba erotismo y violencia de una manera inquietante, y abordaba un asunto tan moralmente reprochable con gran maestría y, me atrevería a decir, hasta con elegancia. Al fin y al cabo, la literatura está para transgredir, para impactar y provocar y esta escritora lo conseguía con creces.

         El dulce líquido ha sido una nueva oportunidad de conocer más a fondo la obra de Alicia Sánchez después de esa pequeña cata que fue su Rojo sangre. Se trata de un libro de relatos, seis esta vez, un género en el que la autora se maneja con soltura. Jugar a la sugerencia es importante aunque Sánchez es más de pormenores que de insinuaciones. El relato es un género más exigente y complicado que la novela, pero también más agradecido; siempre he creído que es donde realmente se pone a prueba un escritor. En este caso diría que estos relatos dan para una novela cada uno de ellos y, en ocasiones, quedan demasiado encorsetados dentro de los parámetros del género y no acaban de funcionar del todo.

         Las seis historias que nos cuenta la autora están protagonizadas por mujeres, todas ellas atípicas, todas ellas imperfectas, en ocasiones rozando la monstruosidad y en algún caso, como en Piel de sapo, son monstruos sin más. Muchas de ellas viven o han vivido un conflicto con otras mujeres, sus madres o sus hijas, de manera que nos adentramos en el terreno de las relaciones tóxicas, de las maternidades castrantes, poblado por malas madres y malas hijas. Esas mujeres nos llevan de la mano a través de atmósferas densas y angustiosas, con tintes góticos, y con ellas nos adentramos en lo más sórdido y perturbador del universo femenino.

         La mayoría de escenarios son viviendas oscuras y decadentes, como los estados de ánimo de sus protagonistas, situadas en una Barcelona ficticia pero reconocible a través de calles y barrios con nombre propio. A veces, también, la acción se desarrolla en ciertos parajes naturales que se transforman bajo la óptica de esta escritora para convertirse en lugares inhóspitos y sombríos. Un libro turbador lleno de seres monstruosos y de fluidos corporales. El dulce líquido que le da título y también, de alguna manera, cohesión, se hace presente a través de la leche materna que debería alimentar al neonato arrebatado, la sangre que salpica algunos relatos y otros humores corpóreos. Puede que no haya cumplido del todo con mis expectativas, muy altas después de haber leído su Rojo sangre, pero merece la pena acercarse a este nuevo libro de Alicia Sánchez Martínez y aún quedan ganas de seguir leyéndola.

María Dolores García Pastor