La palabra esbirro me
hace viajar a la infancia, a todas aquellas películas de dibujos animados en
las que el malo malísimo se rodeaba de su grupo particular de seguidores, tan
tontos como necesarios. El esbirro, sin embargo, no siempre tiene en la sociedad
un papel tan visible, tan evidente. Hay muchas formas de serlo, como bien sabe
Antonio Ortuño, el autor del magnífico libro de cuentos precisamente titulado Esbirros, precisamente el que
comentaremos a continuación.
Estamos
acostumbrados a los sesudos prólogos en los libros de relatos escritos por el
mejor amigo (también escritor) del autor, alguien de peso en el mundo de la
Literatura o el primero que pasaba por allí y parecía adecuado para la labor de
alabar la obra que estemos a punto de leer. No es tan usual, sin embargo, que
sea sea el propio autor el que nos
dedique unas palabras en una Nota
liminar, una suerte de pieza en la que nos encontramos con una anécdota de
la infancia de Antonio Ortuño que deriva en el verdadero mensaje que nos quiere
transmitir: este libro en concreto, Esbirros,
es una obra bella en cuanto a su estilo y su prosa; pero también una pieza que
nos muestra la fealdad que podemos encontrar en el mundo, sin intención de
servir de ejemplo en negativo o de ofrecer un mensaje engañosamente
moralizante.
El
libro se compone de un total de once relatos de extensión variable, casi
siempre desde la perspectiva del narrador en primera persona, que se reparten
en tres secciones: Ayer, Hoy y Mañana. Como ya habréis supuesto, en Ayer nos encontramos los cuentos que se
ambientan en el pasado del ser humano, en Hoy
están aquellos que nos son coetáneos y en Mañana nos encontramos con un único relato que nos habla del
futuro.
El
libro comienza con los dos relatos de Ayer,
que nos vienen a recordar que cuando los señores tienen el poder absoluto,
sus seguidores solo pueden acabar mal si les contradicen. Estos cuentos son Historia del cadí, el sirviente y su perro,
donde vemos como dos de los tres protagonistas de la trama intentan medrar cuando
muere el antiguo visir y acaban mal; y Escriba,
una historia donde nos encontramos con un pobre escribiente envuelto en las
disputas entre su señor y sus hijos, de manera que si no escribe lo que ellos
quieren, habrá consecuencias negativas.
Los
ocho relatos que componen la sección Hoy
nos mandan dos mensajes claros. El primero de ellos, que a veces es fácil
convertirse en monstruo para acabar con un monstruo que amenaza a los
protagonistas de la historia; y, en segundo, que el fin, por desgracia, siempre
justifica los medios.
Hoy
comienza con Temor, un relato donde
un ladrón que entra a robar en una casa acaba de la peor forma posible. Tampoco
esperaban los vecinos ruidosos de Tiburón
acabar como lo hicieron pero, ¿acaso no sabrían que hay sitios donde es
mejor no molestar?
Almas blancas
es un divertido relato (en realidad, todos los de Antonio Ortuño lo son, a su
manera) en el que vemos lo que son capaces los miembros de una familia por
contentar a los otros miembros del clan.
En
Bienaventurados los mansos nos
encontramos como un la excursión que realizan unos jóvenes de un centro de
rehabilitación acompañados por un monitor que no es precisamente un santo.
En
La reina de Inglaterra nos
encontramos con un sobrino nieto que haría cualquier cosa por sacar de una
residencia de ancianos a su familiar.
El rastro de la nieve en la sangre
nos habla de las drogas, de la adicción: de las consecuencias personales y
laborales que todo el asunto tiene para muchas personas.
Gusano
nos invita a una fiesta en la que participan una delegación mexicana y otra
china y en la que, por supuesto, algo acaba saliendo mal para alguien.
El
Mañana está por escribir y es difícil
de adivinar. No sé si por eso, por simple casualidad por qué motivo solo nos
encontramos un relato en esta sección: El
interruptor, una pieza en la que las mujeres han tomado el mando y los
hombres han de hacer lo que ellas quieran si no desean atenerse a graves
consecuencias.
Esbirros,
en definitiva, es un excelente libro de relatos plagado no solo de situaciones
tensas y comprometidas, sino también de fina ironía y necesario sarcasmo. Se
trata este de un libro que nos viene a mostrar la verdadera naturaleza del ser
humano. Una naturaleza que le lleva a ser, a veces por miedo, a veces por cobardía,
otras tantas por indiferencia, cómplice del mal y de los malvados,
convirtiéndose así en un cooperador necesario a la hora de impedir que el bien
triunfe: en todo un esbirro. Adéntrate pues ahora en estas páginas y descubre a
sus tantos personajes y situaciones y pregúntate: ¿cómo actuaríamos nosotros en
su lugar? ¿O es que acaso te da miedo descubrir que tú también eres un esbirro?
Cristina Monteoliva