Llegamos al mundo sin
manual de instrucciones para siquiera entender qué es lo que hacemos en él. El
tiempo pasa y pronto comprendemos que el mundo puede ser un lugar maravilloso,
en numerosas ocasiones; hostil, otras. Para combatir esas hostilidades, creamos
nuestras propias defensas, a veces en forma de corazas. Los amigos imaginarios
en la infancia podrían ser un ejemplo de ello: seres que nos ayudaban a
combatir el aburrimiento y la soledad en esos primeros años de existencia.
Pero, ¿qué pasaría si alguien decidiera dejar vivir a su amigo imaginario más
allá de los siete u ocho años de edad? La respuesta puede que la encuentres en
la singular y reflexiva novela Los
nombres propios, la obra de Marta Jiménez Serrano de la que hablaremos a
continuación.
Marta
es una niña inquieta a la que le gusta hacer pequeñas obras de teatro en la
casa de campo de sus abuelos con sus hermanos y primas. Durante su infancia, la
acompaña Belaundia Fu, su amiga imaginaria, una suerte de voz que narra su
historia. Marta crece y Belaundia sigue ahí, siendo testigo de sus primeros
amores adolescentes, de su elección de profesión, del drama de perder a una
abuela a la que Marta idolatraba. Solo cuando nuestra mujer esté preparada,
dejará marchar a su voz de la conciencia. ¿Llegará algún día ese momento?
Marta
era en su niñez una criatura inquieta y extremista que no podía soportar la
tranquilidad. No resulta sorprendente que una niña así sintiera de vez en
cuando no solo el peso de la soledad, sino también la necesidad de desdoblarse
para enfrentarse a los problemas del mundo. Así es como nacería Belaundia Fu,
su amiga imaginaria.
Belaundia
Fu no es solo un personaje ficticio dentro de una obra que suponemos tan
ficticia como autobiográfica (tanto la protagonista como la autora de la misma
se llaman Marta y tienen intereses sospechosamente comunes); también se trata
de la narradora principal durante buena parte de esta novela. Una narradora que
en vez de hablar con los lectores lo hace con su creadora, con Marta. Es decir,
durante buena parte de la novela nos encontramos que la narración está en
segunda persona del singular, lo que no solo resulta interesante, sino también
meritorio (los que escribimos ya sabemos los riesgos que entraña usar este tipo
de voz).
Solo
cuando Marta deje ir a Belaundia Fu tomará las riendas de la historia y, por
ende, de su propia vida. ¿En qué momento sucederá esto? Tendréis que leer esta
obra para averiguarlo.
La
novela se divide en cuatro capítulos que nos llevan a conocer a Marta a los
ocho, a los dieciséis, a los veintidós y a los veintinueve años. En estos
capítulos veremos a la niña inquieta que pasa un día en la casa de campos de
los abuelos, intentando no aburrirse a pesar de estar bien acompañada; a la
adolescente que se enamora por primera vez y descubre que a veces los chicos no
son lo que parecen; a la joven que pierde a una abuela a la que estaba muy
ligada; y a la mujer que ha de afrontar su futuro con valentía.
Hay,
desde luego, una gran variedad de formas de afrontar una novela biográfica, ya
sea esta una biografía inventada o una real. En Los nombres propios, esta obra sobre la propia identidad y la
manera que tenemos de afrontar los problemas y miedos que se nos presentan en
la vida, encontramos una, sin duda, muy original. Es por ello que recomiendo su
lectura. Aunque, cuidado, no vaya a ser que durante la misma vuelva a aparecer
tu amigo o amiga invisible de la infancia. ¿Te atreves a correr ese riesgo?
Cristina Monteoliva