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miércoles, 31 de marzo de 2021

HUELE A INCIENSO

 

Huele a incienso por aquella calle, por esa otra, por la de más allá.

Instintivamente el alma a través de la vista busca el Trono, a los penitentes,  la banda de música: la procesión. Por más que me esfuerzo, sin embargo, la típica estampa de la Semana Santa granadina no aparece al fondo de la calle. Los Cristos, los Santos y las Dolorosas se han quedado un año más en sus templos. Las aglomeraciones de gentes, antes repartidas por las calles de la ciudad por las que pasaban los pasos, se concentran en las inmediaciones de las Iglesias. Todo el mundo quiere visitar a sus Imágenes de cabecera, aunque haya que procesionar hasta el interior durante una hora, con este calor que aprieta ya en la capital narazí; se pueda mantener o no la distancia social.

Por lo menos, las mascarillas están en su sitio.

Hablando de mascarillas, este martes 30 de marzo hemos sabido que el

próximo verano serán obligatorias también en la playa. Pronto no solo luciremos la marca del bikini o el bañador. La cara nos quedará morena por una parte, blanquecina por la otra. Ni las playas nudistas lo serán tanto.

Esto de llevar mascarilla en la toalla será raro durante un tiempo. Luego, nos acostumbraremos.

O no. Porque no a todo nos acostumbramos con la pandemia. Algunos podrían pensar que después de tres meses de confinamiento en casa y de las restricciones impuestas durante las sucesivas olas (no olvidemos que ya vamos por la cuarta, y lo que te rondaré morena mientras no estemos todos vacunados, lo que creo que será dentro de tanto tiempo, que cuando nos vacunemos los últimos, habrá que volver con los primeros), ya estaríamos hechos a lo de relacionarnos solo por internet y teléfono con los amigos y tomar la cervecita en casa con las personas convivientes. Se conoce que el ser humano tiene unas costumbres bien arraigadas, y en cuanto se abren los bares, ¡todos juntitos vamos para allá!

Todos vamos a los bares, unos con más precaución, otros con menos. Algunos observamos las mesas de las terrazas calculando las distancias entre ellas, entre las sillas, entre vete tú a saber qué. Somos las Viejas del Visillo de la ciudad, siempre atentas a esos detalles que nos hacen pensar que nosotros lo estamos haciendo mejor. ¿Mejor? ¡Pero si también vamos paseando por calles concurridas y nos sentamos en las terrazas en vez de quedarnos en casa a ver si de verdad se aplanan ya esas curvas que tan locos nos tienen!

Llegamos a la Gran Vía y nos topamos con una nueva y considerable cola. Han abierto Los Italianos hace unos días y los granadinos quieren comer sus helados a toda costa. Mi Vieja del Visillo se pregunta si no sería mejor probar los helados de otros establecimientos menos concurridos (y también muy buenos) y dejar así paso por esta acera, ya de por sí concurrida.

¡Ah, mejor dejarlo ya! Todo resulta agotador si te paras a pensar. Demos por terminado el paseo, que el cuerpo y el alma piensan ya en la cena.

Volvamos a casa buscando una calle donde huela de nuevo a incienso: lo único que cada Semana Santa, incluso en esta tan particular, permanece siempre igual.

Cristina Monteoliva

 

© Giuseppe Favale.