Título: Las piernas de la
sirena
Autor: Ignacio Beltrán
Publica: Eco eco
Páginas: 282
Precio: 8,95 € / 4 € (versión Kindle)
Aunque pueda dar la sensación, por cómo
se tratan las noticas en los medios, de que la inmigración por mar es algo
relativamente reciente, lo cierto es que a las costas andaluzas llegan
embarcaciones más o menos inestables desde hace ya varias décadas. Primero eran
embarcaciones de madera, las pateras y los cayucos, que cargaban, en su
mayoría, con personas procedentes de Marruecos. Personas, como las que llegan
ahora en lanchas neumáticas, cargadas de sueños, anhelos y esperanzas. Sobre
estas personas que vinieron en los años 90 a costas como la gaditana, entre
otras cosas, habla precisamente Las
piernas de la sirena, la novela de Ignacio Beltrán de la que hoy
hablaremos.
El verano de 1997 llega
a su fin para los veraneantes en la zona de Tarifa, no así para los surferos,
siempre dispuestos a perseguir las mejores olas con sus tablas, sus caravanas y
demás. Tampoco para las pateras, que siguen llegando desde las costas de África
trayendo una buena cantidad de sueños: los de todos sus ocupantes. Y menos para
Miren, una reportera que tras una baja por depresión ve en el Estrecho de
Gibraltar la oportunidad de hacer un buen reportaje y así ganarse el respeto de
sus compañeros y jefe. Será en las playas gaditanas donde coincidan Magui, la
surfista, Miren, la reportera y Mayuba, la joven rescatada del agua después de
caer de una patera. Tres mujeres fuertes y valientes que, tras ir a la deriva
en la vida, buscan a lo largo de estas páginas un nuevo rumbo para sus vidas.
Miren es una reportera
muy comprometida con su trabajo que acaba de salir de la depresión que le
produjo una relación sentimental fallida. De vuelta a Madrid, al trabajo,
encuentra que los jefes no están de acuerdo con la forma con que ella quiere
exponer los casos de importancia social que investiga. Con la esperanza de
ofrecerles a todos un reportaje tan comprometido con los tiempos como bueno a
los ojos de los directivos, pone rumbo a las costas gaditanas acompañada de
Chimo, el cámara. Lo que encuentre allí no solo le dará la oportunidad de hacer
un excelente reportaje, sino que cambiará su vida para siempre.
Magui es la única mujer
en un campamento nómada de surferos soñadores, poetas y aficionados a las
drogas blandas que se fuman, y que cambian la ubicación de sus caravanas en
función de las mareas. Sus amigos son Lucas, el que pueda que se convierta en
su nueva y definitiva pareja, Fran, el chico práctico, y Ben, el joven alemán
que habla en una extraña jerga mezcla de varios idiomas. Su rutina playera
cambia el día en el que rescata a Mayuba, una joven marroquí, de una muerte
casi segura. A partir de entonces, no solo cambiará su vida, sino también su
forma de pensar en el futuro.
Mayuba es una joven
marroquí que tuvo que huir junto a su hermana en patera porque su padre, además
de negarse a la relación sentimental que ella mantenía, quería casarla con otro
hombre. Una vez en el puerto de salida, a Mayuba y a su hermana les dijeron que
podían pagar menos si se subían a una patera cargada hasta los topes de
mujeres. Las chicas no supieron ver que el encargado de aquel negocio pretendía
llevarlas a España para una vez aquí, explotarlas sexualmente. Tampoco que
aquel viaje podría acabar en tragedia.
Las
piernas de la sirena, en definitiva, es una novela que nos
da a conocer unas costumbres, las de los surferos nómadas, en una época en la
que la inmigración masiva desde África llegaba de otra forma; los motivos que
llevaban a los inmigrantes a venir entonces por mar, arriesgando sus vidas
(prácticamente los mismos que ahora); el abuso por parte de las mafias que les
venden los viajes a los desesperados inmigrantes; la trata de mujeres y el
trabajo de los reporteros de investigación que, lejos de buscar el
sensacionalismo y el éxito inmediato, se empeñan en abrir los ojos de los
ciudadanos que puedan ver sus reportajes. Una obra comprometida, por un lado, y
ligera y llena de acción, por otro, que está esperando llegar a los lectores
como la buena ola a la tabla del sufista.
Cristina Monteoliva
©
Cristina Monteoliva.