Título: Remedios desesperados
Autor: Thomas Hardy
Traducción: Claudia Casanova
Publica: Ático de los Libros
Páginas: 480
Precio: 26,90 €
¿Te gustan las novelas de época con
grandes dosis de pasión, misterio y acción? ¿Quieres que la novela haya sido
escrita por un gran autor del tiempo en el que tiene lugar la historia? ¿Y que
además te haga reflexionar sobre temas universales? Pues entonces tal vez
deberías echarle un vistazo a Remedios desesperados,
la primera obra de Thomas Hardy. Si primero quieres saber un poco de qué va
esta novela, no dejes de seguir leyendo la reseña que de ella os traigo hoy.
¿Preparados? Pues allá vamos:
Tras la muerte de su
padre, Owen y Cytherea Graye se ven obligados a trasladarse al sur de
Inglaterra, al pueblo en el que Owen ha encontrado un trabajo temporal como
delineante. Una vez allí, Cytherea entabla relación con Edward, el compañero de
trabajo de Owen. Los dos se enamoran el uno del otro, pero Edward se marcha a
Londres sin darle esperanzas a su amada con respecto a un futuro matrimonio.
Despechada, Cytherea decide buscar trabajo de sirvienta, aunque en principio
quisiera ser institutriz. La encargada de contratarla, la señorita Aldclyffe,
resultará no solo ser una mujer de temperamento imposible, sino también alguien
estrechamente relacionada con el pasado del difunto padre de los hermanos
Grave. Esta contratará como administrador de su finca a Aeneas Manston, joven
con el que pretende que Cytherea se case. Pronto, sin embargo, se descubrirá
que Aeneas es un hombre de dudosos principios morales, capaz de cualquier cosa
por conseguir sus fines. ¿Conseguirá Cytherea escapar del matrimonio?
Owen y Cytherea son dos
jóvenes poco preparados para la vida y sin dinero en los bolsillos. Su padre,
arquitecto de profesión, no supo cómo darles un futuro mejor y su prematura
muerte les obligó a buscarse la vida. Y la vida les llevó a un pequeño pueblo
costero en el que comenzaría la gran aventura de Cytherea, la protagonista de
esta historia contada por un narrador detallista al extremo que no duda en
detenerse de vez en cuando ya no solo para describirnos los pormenores de los
lugares, las gentes y la época en general (mediados del siglo XIX), sino
también para ofrecer sus opiniones sobre todo tipo de asuntos con el fin de
hacer reflexionar al lector sobre ellos.
Pero volvamos a
Cytherea, esta joven de tan solo dieciocho años que por un desengaño acaba
primero en las redes de su extraña empleadora, la señorita Aldclyffe (¿es
bisexual este personaje o qué quiere decir la escena que tiene lugar entre las
dos mujeres la primera noche que Cyhterea pasa en la mansión Knapwater House?),
y luego en las de Aneas Manston. Cytherea ve cómo el destino la lleva por
caminos insospechados y terribles en poco tiempo. La cuestión es: ¿puede una
mujer con ella hacer algo al respecto o debe resignarse a lo que los demás
quieren que haga?
¿Y qué decir del hombre
de su vida, Edward? Aunque su corazón pertenezca a nuestra protagonista, está
obligado a cumplir con el compromiso adquirido hace años con su prima. La cosa
se complica cuando la señorita Aldclyffe toma cartas en el asunto.
Llegados a este punto,
seguro que muchos os preguntaréis si acaso Owen, el hermano mayor, no puede
hacer nada. Pues lo cierto, como descubriréis con la lectura, él también se
encuentra en una situación comprometida.
Pero, ¿quién es en realidad
la misteriosa señorita Aldclyffe, esta mujer tan ambigua, en todos los aspectos?¿Qué
la relaciona con los hermanos Graye? ¿Y con Aneas Manston? Esta novela está
llena de preguntas que solo se resuelven con la lectura hasta el final de la
misma.
Remedios
desesperados, por tanto, es una novela en la que,
como su propio nombre indica, nos encontraremos a una serie de personajes
teniendo que tomar medidas desesperadas constantemente, pues la vida a veces
les lleva por caminos extraños de los que no saben cómo escapar. Una historia
de romances apasionados, hombres sin escrúpulos, principios éticos dudosos y
otros bastante firmes, con una buena dosis de acción e intriga. Un libro
clásico que está esperando a que lo descubras. ¿Y acaso no le darás una
oportunidad a la pobre Cytherea Graye?
Cristina Monteoliva