¿Puedes
explicarnos un poco el título de tu novela, Las salvias florecen en el barro?
Estando ambos elementos muy
presentes a lo largo del libro, establecí una analogía entre el barro y esta planta
aromática, medicinal por esencia. Porque las salvias son los valores humanos,
el barro la falta de moral; las salvias representan a aquellos que malviven por
falta de recursos públicos en calles, escuelas y hospitales, el barro a los que
se lo llevan crudo en Madrid, Cataluña o Andalucía; las salvias son, lo digo
siempre, los que ponen en juego sus vidas por la Paz, el barro los que ponen a
salvo las suyas agazapados bajo sus escaños jugando a las equidistancias.
El título podría explicarse
con más sencillez con una frase de un escritor chino, Lin Yutang, que
resume en gran medida el sentido de este libro:
“El hombre superior ama su alma; el hombre inferior ama su
propiedad”.
Las salvias; el
barro.
¿Cuánto tiempo
tardaste en escribir esta obra?
El proceso creativo más explosivo
duró unos pocos meses en los que lo importante era escribir y no perder ideas;
que ya habría tiempo de ir modelándolas. Luego han sido más de tres años de
descansos, correcciones, eliminaciones y añadidos durante los que el libro ha
ido creciendo y tomando su carácter definitivo. Durante ese tiempo, intenté sin
éxito que algunas editoriales aceptaran el manuscrito original. A la postre,
esos rechazos, y las críticas de algunos amigos, beneficiaron la calidad del
trabajo, ya que al seguir trabajando en el texto, considero que logré que éste ganara
en calidad.
¿Por qué te
decantaste por la autoedición a la hora de publicar tu novela?
En cierta ocasión le dije a alguien: “¿Quién mejor que yo mismo para
pelear por mi trabajo?”, algo que pasa por ser una respuesta muy romántica y
digna, pero que tiene una contestación mucho más realista: siempre va a pelear
mucho mejor una editorial, con su distribuidora, su publicidad y sus contactos.
Como ya he dicho, este libro tiene un marcado componente crítico con la
realidad, y ha llegado incluso a ser premonitorio en algunos aspectos. Al no
encontrar quien lo publicara, empezaba a correr el riesgo de que perdiera puntos
en esos valores y se convirtiera en un texto más de los publicados para sacar
tajada de la crisis; así que, una vez que consideré que tenía la suficiente
calidad, me decidí a publicar por mi cuenta y riesgo.
Acequia ¿malbalateña? ©Víctor Cassini
¿Y qué tal tu
experiencia como “autopublicado”?
Una aventura, como tiene que ser;
y hay que hacer todo lo posible para lograr que ésta sea extraordinaria,
aceptando tanto sus satisfacciones como sus desilusiones. Hay que trabajar
mucho para llegar más allá del círculo de familia y amistades. A partir de ahí,
actúo como si fuera el depositario de un manuscrito que estoy obligado a
divulgar; por lo que busco más lectores y defensores que compradores. Supongo
que ésta es otra visión idealista de la Literatura. El hecho de vivir cada paso
del proceso de creación y puesta de largo de mi propio libro es algo
enormemente enriquecedor, como lo fue la realización del tráiler.
En definitiva: pase lo que
pase, no creo que me arrepienta jamás de haberlo intentado. Los muros de
Facebook están empapelados de frases que avalan esta forma de pensar, ¿por qué
iba yo a llevarles la contraria?
Daniel, el protagonista
de Las salvias florecen en el barro y tú sois amantes tanto de la botánica como
de la cocina. ¿En qué más se parece tu personaje a ti?
En cualquier cosa menos en mi
familia y mis vecinos, por fortuna para todos. Tal vez sí en esa reivindicación
del amor paterno presente a lo largo de toda la obra. Y podría añadir que en mi
punto de vista cáustico sobre las cosas: Daniel, junto con el narrador, se han convertido en vehículo
de muchos de mis pensamientos más críticos.
¿Dónde se
encuentra exactamente Malbalate?
Es un pueblo imaginario que
sitúo en La Alpujarra granadina. Se trata de una aldea que podría estar rodeada
de un auténtico vergel de no haber sido porque el descuidado trato al que lo sometieron
sus habitantes ha acabado por convertirlo en un paisaje yermo. Podría estar en
cualquier otro lugar de nuestra geografía; pero conozco bien la zona y me daba
mucho juego para la trama. A fin de cuentas, hay quien defiende, de forma bien
fundamentada, que no hay nada de malo en escribir de lo que se sabe; es más,
considero una temeridad hacer lo contrario. En cualquier caso, el texto no es
un relato costumbrista, sino una extensa metáfora aplicable a todo nuestro
territorio nacional. El nombre surgió por casualidad mientras buscaba apellido
para mis personajes. Para una toma del tráiler del libro filmé un pueblo que,
aunque invito a los lectores a que adivinen su nombre, poco tiene que ver con la
idiosincrasia de Malbalate.
¿Existe en esta
novela algún personaje inspirado en alguien real?
Los hay, y en dos sentidos.
Por un lado, personajes inspirados en seres de carne y hueso con los que me he
tropezado con mejor o peor fortuna. Tal vez, el ejemplo más claro es Tito, el
carpintero. Por otro lado (no hay que olvidar que este libro es una extensa
metáfora), muchos personajes son la fiel representación de una institución, de
una forma de ejercer la política, de un ideal, o de una perversión del mundo
real, es decir, son la imagen de lo que vivimos día a día; un reflejo deformado,
si quiere verse así, pero puro reflejo a fin de cuentas. El lector puede
intentar descubrir a lo largo del libro quién es quién, pero la explicación la
encontrarán al final.
¿Cuál es tu
personaje favorito y cuál el que más detestas?
Conjugando ambos puntos de
vista, el del personaje y el de lo que representa, quien sale mejor parado es
Gaspar, el médico. Como personaje, por sus buenas intenciones y su sufrimiento,
y en cuanto a lo que representa… porque la sociedad necesita con urgencia de
sus servicios.
También, aunque actúen tan sólo
como informantes, aún me divierto mucho releyendo las escenas de Nacho y Eva,
dos periodistas muy particulares.
El más detestable para mí es Sonsoles,
como personaje es traicionero y cobarde; en razón a lo que representa, porque es
la imagen de una de las facetas que considero más despreciables en la política
actual: la del silencio ante el crimen.
Laguna ¿malbalateña?©Víctor Cassini