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jueves, 18 de diciembre de 2014

Escritores que escriben a mano (II): ENRIQUE MONTIEL DE ARNÁIZ

Comenzamos este espacio dedicado a los escritores que aún escriben a mano sus borradores con el abogado y escritor Enrique Montiel de Arnáiz, quien amablemente me ha proporcionado sus fotos personales, además de contestar a una serie de preguntas que me han ayudado a elaborar este artículo.

©Enrique Montiel de Arnáiz

Enrique Montiel de Arnáiz me confiesa que uno de sus sueños vitales siempre fue ser escritor. De hecho, escribe desde muy pequeño. Como prueba de ello, guarda un poema que hizo a su madre con cuatro o cinco años de un toro, una luna y un estanque.
Sí: escribir ha sido algo que siempre ha estado dentro de él puesto que su padre es escritor también, y aparte de la genética, ha debido de haber un poco de imitación paterno-filial, seguramente.
Con doce años, Enrique ganó un premio literario por un relato sobre su experiencia en un barco de la Armada. Más tarde, participó en unas publicaciones que realizó la delegación de juventud del Ayuntamiento de San Fernando llamada Jóvenes Escritores.
En el ámbito literario, Enrique ha publicado un libro de relatos muy heterogéneo llamado Bulerías Nazis (2014) y ha participado en antologías como 13 Puñaladas (2013), Zombifícalo (2014) y Vampiralia (2014). Actualmente se encuentra terminando de coordinar una antología que será benéfica y se llamará Demonalia. Es probable que salga a primeros de 2015 a la venta, así que, ¡todos atentos!

                                                                  ©Enrique Montiel de Arnáiz

                                                                ©Enrique Montiel de Arnáiz
La carrera de todo buen escritor comienza siempre con un buen puñado de buenas lecturas. Arriba, dos fotos de la biblioteca personal de Enrique Montiel de Arnáiz.

No es lo único que Enrique tiene proyectado para el año que está a punto de entrar. Por lo pronto, me cuenta, tiene pendiente terminar una novela y cree que en 2015 saldrá en un par de antologías más junto a otros autores. Posiblemente, también le veamos con otra antología propia de relatos que le han pedido (aunque aún no hay nada cerrado).  
¡Pero eso no es todo, amigos! Enrique, persona polifacética donde las haya, también ha colaborado en varias revistas como El Ático de los Gatos, Cromomagazine y Dissident Tales. Aparte de eso, es articulista de opinión del grupo Vocento en su periódico La Voz de Cádiz - ABC desde el año 2009, con lo que se obliga cada semana a escribir sobre política, derecho o lo que sea desde un prisma personal muy literario.
Después de leer esto, muchos pensaréis que lo más práctico, siendo Enrique una persona tan ocupada, entre sus casos como abogado y sus múltiples escritos literarios, sería que escribiera todo directamente a ordenador. Sin embargo, nuestro autor prefiere el papel porque como él mismo me cuenta, el papel te permite la pausa. Enrique hace tiempo que no se cronometra escribiendo a máquina pero está todo el día con el teclado a mano y es un relámpago. Eso hace que a veces se pierda el control sobre los tiempos verbales o las situaciones y exige múltiples correcciones que, en el papel, son menos, porque vas pensando y escribiendo a una velocidad menor,  a no ser que se sea un taquígrafo, que no es su caso.
A Enrique le gustan las libretas Moleskine y las de Cross, aunque tiene libretas de todas las formas, tamaños, colores y sabores. Con respecto a si prefiere bolígrafo o pluma, me dice que depende de para qué, que a la hora de redactar le gusta usar un bolígrafo roller-ball; sin embargo para firmar prefiere la pluma. 


©Enrique Montiel de Arnáiz. Colección de armas con las que Enrique se sirve a la hora de crear y destruir vampiros, demonios, zombis y todo lo que se le ocurra.

En cuanto a la frecuencia de su escritura, Enrique escribe a diario, aunque no siempre es literatura u opinión. Suele gastar una broma a otros escritores a los que dice que ninguno de ellos ha escrito tantas páginas como él, sumando las de las demandas y querellas que he redactado en sus casi 15 años de ejercicio como abogado. A Enrique le gusta escribir en los viajes, en tren, en el gramón de la piscina y, también, en su despacho o en el estudio de su casa, sus auténticos "Sancta sanctorum".
El sitio más raro donde Enrique ha escrito posiblemente sea Ikea, esperando en una mesa de la cafetería a que su esposa saliera de ese laberinto inagotable de pijadas para el hogar. Allí es donde redactó el relato de Tyson que salió en Zombifícalo.
En otra ocasión, estuvo escribiendo un relato mientras esperaba que aterrizara un avión que había llegado con retraso, volviendo de EEUU. Lo cierto, me cuenta, es que suele llevar encima siempre una libreta y toma notas o escribe ahí.


©Enrique Montiel de Arnáiz

Con respecto a la foto anterior, la de sus libretas, podemos decir que en una de ellas aparece el inicio de un relato titulado El gato del vampiro que saldrá próximamente publicado. Trata sobre un ser implacable e inmortal al que se le escapa la mascota mientras reposa en su ataúd, y lo que ocurre después cuando sale a buscarlo por la noche. También hay un pequeño "haiku" ilustrado por la hija de Enrique, la mayor artista de la casa con apenas 7 años, y unas notas para otro relato que preparó sobre uno de Felipe Benítez Reyes el año pasado para un concurso, que es ejemplo de lo cotidiano del Cádiz de mediados del siglo pasado. Y que no ganó, por cierto. (Una lástima. Otra vez será).
Cuando le pregunto a Enrique si quiere añadir algo para terminar, este me dice: El otro día leí que en Finlandia el gobierno ha propuesto dejar de enseñar a escribir a los niños porque al final solo usan ipads y ordenadores. Eso contrasta con la centenaria tradición de la escritura oriental, que se conserva como un arte. Creo que la escritura amanuense es fundamental, especialmente para que la profesión de los peritos calígrafos no se extinga. ¡Hagámoslo por ellos!
¡Cuánta razón tienes! Ojalá nunca dejen en las escuelas de enseñar a escribir a mano. Mientras tanto, Enrique, sigue haciéndolo tú en tus libretas. Llena el mundo de palabras, párrafos e historias y compartiéndolo con nosotros.
Muchas gracias por participar en este espacio, amigo escritor.

Y tú que lees esto, si quieres saber más de Enrique Montiel Arnaíz, visita su blog: www.montielbaraka.blogspot.com. Y ya sabes: si quieres participar en este espacio, escribe a crismonteoliva@hotmail.com

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Reseña de LA CALLE ANDERSEN, de Sofía Rhei y Marian Womack. Ilustraciones de Lola Rodríguez.

Título: La calle Andersen
Autoras: Sofía Rhei y Marian Womack
Ilustraciones: Lola Rodríguez
Edita: La Galera Editorial
Págs: 240
Precio: 17,95 €

Imagina que eres un niño del siglo XIX, uno con pocos recursos que vive prácticamente todo el día en la calle. ¿Cuánto frío o calor pasarías? ¿Cuántos peligros te acecharían? ¿Y cuántas aventuras podrías vivir si en vez de un niño real fueras un personaje de una novela juvenil? Muchas, te lo aseguro. Si no me crees, puedes comprobarlo leyendo La calle Andersen, la novela escrita por Sofía Rhei y Marian Womack ilustrada por Lola Rodríguez que vengo hoy a reseñar.
Copenhague, siglo XIX. Kay, el repartidor de periódicos que puede ver la maldad en los ojos de los demás, y Gerda, la chica de los bolsillos infinitos, son dos niños de clase media-baja que pasan buena cantidad de su tiempo en la calle. Un buen día, los chicos consiguen que la pequeña e enigmática cerillera Adda, la amiga del niño rico de los inventos Joachim, no sea secuestrada por unos chicos con oscuras intenciones. Pronto Kay, Gerda, Adda y Joachim se dan cuenta de que últimamente muchos niños han desaparecido misteriosamente. Al mismo tiempo, los autómatas del juguetero Hæslig cobran cada vez más y más importancia en la ciudad. Si ambos sucesos están o no relacionado, es algo que los niños están dispuestos a averiguar embarcándose en una de las más importantes aventuras de su vida. Una que quizá les cueste la vida.
Después de leer el siguiente párrafo, imagino que muchos os preguntaréis por qué el libro se llama La calle Andersen si el célebre escritor Hans Christian Andersen no aparece por ninguna parte, a no ser, claro, que yo lo haya obviado en mi resumen. Es cierto que el autor, como tal, no está en este libro, aunque sí, al menos, dos de sus relatos: La reina de las nieves y La pequeña cerillera. De hecho, conforme vayáis avanzando en la lectura (aquellos que os decidáis por este libro), podréis comprobar que si bien las referencias a La pequeña cerillera pueden considerarse prácticamente anecdóticas, aquellas que nos hablan de La reina de las nieves son tan destacables, que nada más comenzar a leer el libro te das cuenta de que sin ninguna duda La calle Andersen es un spin off o secuela de dicho relato clásico. Así, dos de los niños protagonistas son los mismos que protagonizaran el cuento de Andersen, Kay y Gerda. Kay ha vuelto a Copenhague después de estar con la malvada reina, aunque ya no siendo el mismo. Las secuelas de la estancia en el chico, tal y como nota su amiga Gerda, son notables. ¿Conseguirá Kay volver a ser el de antes? ¿Qué papel tendrá Gerda en el proceso de recuperación? Ya sabes: averígualo a través de la lectura de este libro, pues yo más pistas no te puedo dar.
Esta es una historia de ritmo in crescendo. Aunque en la primera mitad del libro ocurren ciertos momentos de acción, yo diría que lo más importante, en cuanto a nivel de emoción se refiere, sucede tras la página cien. Esto no quiere decir que lo que tiene lugar en la primera mitad no sea interesante, puesto que es en estas páginas en las que vemos cómo se reúnen los cuatro chicos, cómo se presentan los otros personajes y, lo que es más importante, cómo se plantea el gran enigma que desencadenará en ese ritmo alto de la segunda mitad de la obra.
Otro punto interesante a señalar es la buena utilización que hacen las autoras tanto de la magia como de la ciencia retrofuturista o steampunk durante la narración. Una buena manera de introducir a los más jóvenes en este mundo que a mí particularmente me resulta fascinante.
Por último, me gustaría indicar lo acertadas que me han aparecido las ilustraciones de Lola Rodríguez. Se trata de una serie de dibujos en blanco y negro muy en sintonía con la narración, ideales para que os hagáis una idea del mundo del que habla el libro.
La calle Andersen, en definitiva, es una novela de aventuras juvenil con misterio, acción, amistad, personajes profundos, magia y muy buena ciencia ficción del pasado. ¿Qué más se le podría pedir a una obra del género?
Cristina Monteoliva 

martes, 16 de diciembre de 2014

ESCRITORES QUE ESCRIBEN A MANO (I)

Creo que no he debido de ser la única que recibió con cierto estupor hace unos días la noticia de que Finlandia decidiera dejar de enseñar a los niños a escribir a mano en los colegios. Entiendo que nuestro mundo está cada vez más informatizado, que el futuro va a ser de las máquinas; aunque en mi mente no entra la idea de dejar para siempre la escritura “analógica”. Porque la tecnología a veces falla, y cuando lo hace y hay necesidad, hay que recurrir a lo manual para apuntar un número de teléfono, la lista de la compra, una dirección, qué se yo. En serio: no concibo la idea de una persona del futuro sin saber cómo se coge un lápiz para apuntar su nombre en una hora de papel.
En fin, no quiero ahondar mucho en esto, menos aún después de encontrar este artículo que viene a indicarnos que lo que se ha difundido de Finlandia no es del todo cierto:
Pero hablando de escribir en papel, ¿eres de los que sigue escribiendo cartas, pensamientos, poemas o relatos en hojas blancas o a rayas no digitales? ¿De los que todavía de vez en cuando se siente más cómodo haciendo las cosas como se ha hecho durante siglos? Yo sí. Aunque confieso que ahora mismo no lo hago tanto como antes. Hasta hace unos años, todos mis manuscritos pasaban primero por su versión en papel. Ahora… Bueno, ahora me he vuelto más vaga. Sí, esa es la palabra. Porque a mí en realidad me encanta escribir en papel, pero me da pereza ponerme luego a pasar a limpio. Y mira que sé que lo de escribir en papel tiene ciertas ventajas, como:
-Tienes menos distracciones que cuando estás delante del ordenador, ya que no te pones a mirar internet cada dos minutos. ¡Concentración a tope!
-Como no puedes borrar líneas, te ves forzado a centrarte y a escribir “sin mirar atrás”. Y lo que salga, ya los corregirás en las siguientes versiones de la historia, como tiene que ser. ¡Fuera inseguridades!
-Como consecuencia de los dos puntos anteriores, al final acabas escribiendo durante una hora, de una sentada. ¡Eficiencia total!
En fin, que voy a ver si consigo volver a escribir a mano mis cosas, que falta hace avanzar de vez en cuando.
Mientras lo hago o no, voy a empezar una serie de artículos sobre los escritores que siguen escribiendo a mano sus primeros borradores, a manera de homenaje. Si quieres salir tú también en uno de los artículos, escríbeme a crismonteoliva@hotmail.com
Y para terminar, unas fotos de mis numerosas libretas:
©Cristina Monteoliva

domingo, 14 de diciembre de 2014

Reseña de EL DEVORADOR DE CALABAZAS, de Penelope Mortimer

Título: El devorador de calabazas
Autora: Penelope Mortimer
Traducción: Magdalena Palmer
Edita: Impedimenta
Páginas: 240
Precio: 19,95 €

¿Existe realmente el “felices para siempre” de los cuentos de hadas y las películas comerciales? ¿Cuánta gente habrá en el mundo que se case esperando esa felicidad perpetua en su matrimonio? Mucha, imagino. ¿Y qué pasa cuando las cosas no van bien? ¿Se separan? ¿Siguen juntos? ¿Buscan sucedáneos de la felicidad? Pero, bueno, ¿por qué no dejo ya de hacer tantas preguntas retóricas y os hablo ya de El devorador de calabazas, la novela de Penelope Mortimer?
Todo comienza con una mujer que va al psiquiatra. Estamos a mediados del siglo XX y la mujer está casada con un guionista de cine inglés. El guionista (un tipo que gana mucho dinero, por cierto) no es su primer marido. De hecho, ni siquiera es el segundo, sino el cuarto. De todos sus maridos ha ido teniendo nuestra buena señora una buena cantidad de hijos. Tantos, que nadie cree que deba de tener más. De hecho, este es el motivo por el que visita al psiquiatra, profesional que intenta, por todos los medios que dispone, convencerla de que quedarse embarazada de nuevo no es lo que necesita. ¿Estará nuestra buena señora dispuesta a escuchar al médico? ¿Qué pasaría si tuviera un nuevo vástago? ¿Y por qué es en realidad tan importante para ella tener más hijos, cuando apenas le hace caso a todos los que tiene ya?
Como decía al principio de esta novela, hay mucha gente en el mundo que se casa esperando que las cosas vayan siempre bien, como si la felicidad pudiera ser un continuo en este mundo tan cambiante y entre personas que puede, a veces, evolucionar en sentidos opuestos. Este es claramente el caso de la señora Armitage, la narradora y protagonista absoluta de El devorador de calabazas, una comedia negra con mucho más drama del que pudiéramos en principio esperar.
La señora Armitage va al psiquiatra porque quiere tener un nuevo hijo. El psiquiatra intenta convencerla de que eso no solucionará sus problemas. Como es de esperar, la señora Armitage no se deja convencer tan fácilmente. Lleva toda la vida teniendo hijos, ¡eso se le da muy bien! Solo cuando está embarazada y da a luz se siente útil en el mundo, así que, ¿por qué debería de dejar de hacerlo?
La cosa es tan sencilla como complicada. La señora Armitage ha tenido cuatro maridos, pero, sin duda, al que más ha amado es al cuarto, a Jake. Su matrimonio con el guionista empezó la mar de bien. Luego, ambos se fueron distanciando. Jake empezó a trabajar mucho y a mentir más sobre las relaciones que mantenía con sus compañeras de trabajo. ¿Y qué hacía mientras la señora Armitage? Tener hijos para llamar la atención. Para sentirse útil. Para realizarse en la vida.
El devorador de calabazas es una logradísima novela escrita con un estilo cercano donde destacan los esclarecedores diálogos, las personalidades ricas en matices de sus personajes y las selectas descripciones del pasado y el presente de la señora Artimage. He dicho antes que se trata esta de una comedia negra con más drama del que podría esperarse en un principio. Ahora quisiera insistir en ello. Y digo más: la autora, Penelope Mortimer, se sirve de todo ese refinado humor tan inglés para contarnos en realidad el drama de una mujer que intenta salvar su matrimonio teniendo otro hijo. Una mujer que con el tiempo ha ido convirtiéndose en un precioso florero en su preciosa casa. Una mujer que ya ni sabe lo que de verdad quiere. Una mujer que podría ser tantas muchas.
La lectura de El lector de calabazas proporciona al lector una experiencia única. Si pudiera compararse con algo, yo diría que es como montarse en una montaña rusa emocional en la que vas a ciegas. Nunca sabes cuándo te va a tocar reír, cuándo llorar, cuándo inquietarte con las contradicciones con las que vive la señora Armitage. La lectura se acaba con un sabor agridulce y con la sensación de haber leído algo totalmente auténtico y contemporáneo, a pesar de haber sido escrito hace más de medio siglo. Y con incógnitas por resolver, casi tantas como hijos tiene la señora Armitage.
Creo que pronto volveré a leer este libro para seguir pensando en todo lo que Penelope Mortimer nos quería decir con esta historia. Y tú, ¿a qué esperas para leerlo por primera vez?
Cristina Monteoliva