martes, 9 de febrero de 2016

Reseña: EL HIDALGO QUE NUNCA REGRESÓ, de Carlos Luria

Título: El hidalgo que nunca regresó
Autor: Carlos Luria
Publica: Ediciones Pàmies
Páginas: 336
Precio: 19,95 €

Miguel de Cervantes tuvo una existencia sin duda agitada y apasionante. Una vida marcada por las batallas, el presidio, las letras y los continuos viajes. Estuvo el escritor en muchos lugares, aunque no se sabe a ciencia exacta qué hizo en todos ellos. De su visita a Barcelona, por ejemplo, apenas hay unos cuantos datos. Se conoce, eso sí, que la ciudad le agradó en demasía, puesto que es la única localidad real que nombra en su Quijote, y muy positivamente. No creo que nunca sepamos lo que le pasó a Cervantes en Barcelona, aunque siempre podemos imaginarlo gracias a libros tan estupendos como El hidalgo que nunca regresó, la novela histórica de Carlos Luria de la que hoy os hablaré.
Madrid, 1615. Un joven catalán recorre las frías y oscuras calles en busca de la Taberna de las Ratas. Allí sabe que encontrará a Miguel de Cervantes, el escritor famoso por su Quijote. No le conoce personalmente, pero tiene algo importante que darle: una arqueta muy antigua. La arqueta, todo un tesoro a ojos del anciano escritor, solo le será entregada si le cuenta al joven qué le pasó exactamente en Barcelona, muchos años atrás. Así es como comienza la narración de las aventuras del joven Cervantes en la ciudad condal.
Como decía antes, del viaje de Cervantes a Barcelona poco sabemos, solo que la ciudad le tuvo que fascinar lo suficiente como para querer reflejarla en su novela más célebre. El hidalgo que nunca regresó es la historia de ese viaje (una posible, como tantas otras).
La narración comienza con un joven barcelonés, Rocamaura, que busca al anciano escritor, inmerso en ese momento en la escritura de la segunda parte del Quijote, para darle una arqueta solo si Cervantes le habla de aquel viaje. Una vez en la Taberna de las Ratas, como ya podéis imaginar, el joven no solo encontrará a nuestro más célebre autor, sino también la historia ansiada.
Esta es una historia contada por un amable narrador en tercera persona. Los capítulos escritos en presente, el presente de Rocamaura, se alternan con aquellos en pasado, el pasado tan lejano del anciano Cervantes.
La narración en presente está cargada de diálogos que invitan a pensar al lector. A la curiosidad del joven, responde el anciano con numerosas reflexiones (mi favorita es aquella que habla del poco caso que le hacen los gobernantes españoles a la cultura, más concretamente en este caso, a los buenos escritores). Y es que don Miguel es un anciano sabio. Sus numerosas vivencias, esa vida azarosa que ha desembocado, por desgracia, en una vejez pobre, le han hecho pensar mucho tanto en su situación como en la del país. A poco que escarbemos, nos daremos cuenta de que muchas de las quejas del célebre escritor pueden ser trasladadas a nuestros días. Como si este país estuviera condenado a repetir continuamente su historia, con sus muchos errores.
La narración un poco más oscura, aunque cargada de humor, y un tanto más madura del presente, es alternada por aquella del pasado, un tanto más luminosa, tal vez por el carácter de la ciudad de Barcelona y sus gentes. O quizá por la inocencia e ingenuidad de la juventud. O por la picaresca. El caso es que en ella, Cervantes habla de su viaje de seis días a Barcelona. Huía el escritor, por entonces simplemente hidalgo, del padre de un joven al que había herido gravemente. Esa huida, real en la vida del escritor, le llevaría a la ciudad condal, lugar en el que tomaría un barco con destino a Italia. De lo que pasó en esos seis días no os puedo adelantar nada, a fin de que leáis el libro. Solo os diré que en esta parte hay acción, aventuras y una historia muy romántica.
Con respecto a los personajes, creo afirmar sin temor a equivocarme que están todos ellos perfectamente perfilados, incluso aquellos que realizan acciones difíciles de entender (será que nuestra época es tan distinta a aquella de la narración). Por supuesto, de todos ellos hay que destacar al Cervantes en sus distintas fases vitales: mucho más altivo y temerario en su juventud que en su etapa adulta o anciana. Tampoco puedo olvidarme del joven Rocamaura, ese muchacho orgulloso y enigmático que porta un gran tesoro. Los demás, amigos, ya los iréis conociendo si os animáis, como espero que hagáis, con este estupendo libro.
No soy experta en novela histórica. El toparme con algunas demasiado densas en el pasado, además, ha hecho que me alejara del género hasta hace poco (justo hasta toparme con Interregno, de José Vicente Pascual, una muy buena obra que encontraréis también reseñada en este blog). Creo que está bien dar detalles sobre una época, sus personajes, sus costumbres… Lo que me aburre hasta el hartazgo son las innumerables explicaciones prescindibles y las notas a pie de página que hacen que salgas de la narración continuamente. Para mí, una novela histórica ha de tener, por supuesto, una buena descripción del momento y de sus personajes, así como un buen número de datos que puedan resultar interesantes, por su relavancia o por lo curioso que resulten; pero, ante todo, una historia atractiva protagonizada por unos personajes sólidos.
Por otro lado, me gusta que las novelas históricas me enseñen historia casi por casualidad, sin darme yo cuenta apenas. Que la historia en sí esté más o menos llena de momentos reales me parece mucho menos relevante. Es imposible saber a ciencia cierta lo que pasó en cada momento de la época, si lo piensas. ¿Y no se supone que estamos ante una novela, no ante un ensayo concienzudo? En este sentido, he de decir que El hidalgo que nunca regresó ha cumplido con creces todas mis expectativas. Se trata esta de una novela histórica donde lo importante son las distintas historias que componen la novela, los personajes y la relación que existe entre ellos, sin olvidar el estilo y el vocabulario, que embullen de lleno al lector en la época. Los momentos de calma son los justos y necesarios. La realidad se ve a veces interrumpida por interesantes momentos fantásticos. En estas páginas predominan la acción, la aventura, la incertidumbre, el misterio y un sinfín de sentimientos enfrentados. Esta novela contiene valores, reflexiones y enseñanzas. Pero, sobre todo, una historia principal que llega al corazón del lector. Una historia que se hace inolvidable.
En definitiva, El hidalgo que nunca regresó, esta novela tan bien estructurada desde el punto de vista narrativo como del de la historia en sí, es una buena obra con la que acercarse tanto a la figura real de Cervantes como a la novelística. Ahora solo falta que os animéis a darle una oportunidad a este hidalgo, que descubráis por vosotros mismos las grandes hazañas de El hidalgo que nunca regresó.
Cristina Monteoliva