martes, 28 de julio de 2015

Reseña: SIETE CASAS VACÍAS, de Samanta Schweblin

Título: Siete casas vacías
Autora: Samanta Schweblin
Edita: Páginas de Espuma
Páginas: 128
Precio: 14 €

Una casa no es más que un espacio delimitado por techo, suelo y paredes si en ella no vive nadie. Una casa vacía es un lugar triste, deprimente. Aunque si en una casa vacía hubo antes gente, aún quedan las sombras, las psicofonías de aquellos habitantes. Sus vidas. Sus historias. Las casas vacías, por tanto, pueden resultar también muy interesantes. Si no me creéis, dejad que os cuente algo sobre Siete casas vacías, la obra de Samanta Schweblin ganadora del Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero 2015.
     Siete casas vacías es un volumen compuesto por un total de siete relatos de extensión variable, escritos la mayoría de ellos en primera persona. Aunque los temas a tratar son bien distintos en cada pieza, existe un elemento común a todas ellas: la familia y la relación entre sus miembros. Así, en Nada de todo esto, el primer o de los relatos, nos enfrentamos a una madre y una hija unidas por la peculiar afición de la madre por las casas ajenas. Como es de esperar, esta afición crea algún que otro problemilla que ambas, madre e hija, sabrán solventar a las mil maravillas.
         En Mis padres y mis hijos, nos encontramos con un hombre que comprueba cómo sus padres y sus hijos tienen mucho en común, cosa que llegará a desesperar a su esposa.
      Si hay dos relatos que guardan entre sí una especial relación estos son Pasa siempre en esta casa y La respiración cavernaria. Yo incluso diría que se trata de relatos complementarios o de dos visiones de una misma historia. En estos relatos, se habla de lo desorientados que se encuentran los padres cuando pierden a sus hijos, y de la relación que tienen estos padres con los vecinos. En ambos relatos hay objetos personales de los hijos, con los que no se sabe que hacer (sobre todo ropa), jardines y momentos desasosegantes.
       De los dos relatos mencionados anteriormente yo destacaría La respiración cavernaria, prácticamente una novela breve, por lo bien lograda que está la narración y por lo completo que resulta, desde todos los puntos de vista. Es un relato que comienza de forma muy pausada, pero que pronto crece en ritmo y en interés. Una historia que, si se llevara a la gran pantalla, estoy segura de que sería un éxito.
Algunos teóricos de la escritura creativa creen que el narrador en primera persona es un ser poco fiable. Su visión es demasiado subjetiva, demasiado parcial. Yo soy de las que opinan, sin embargo, que esta voz es la más cercana, aquella con la que más empatía puede sentir el lector. De esta forma, no creo que hubiera sentido lo mismo al leer Cuarenta centímetros cuadrados o Salir si el narrador hubiera estado fuera de las relaciones que estos relatos cuentan, ajeno a los vínculos familiares que unen a los personajes.
       Cuarenta centímetros cuadrados es uno de los relatos con los que más he conectado de este libro, precisamente porque la historia de mudanzas y desarraigos de la protagonista, una mujer inteligente que ve cómo las cosas últimamente han ido a peor para su familia, me es tremendamente conocida en la vida real.
Salir es un relato sobre el matrimonio, sobre las discusiones absurdas y las maneras de escapar de ellas. La protagonista lo hace, por cierto, de una forma muy original. Imposible no reírse con esta historia.
       Mi relato favorito de este volumen, por la controversia de la historia, por la naturalidad con la que la cuenta la niña protagonista y por su magnífico desarrollo, es Un hombre sin suerte. Este relato cuenta la increíble aventura que vive una niña el día de su cumpleaños, el mismo que su hermana menor decide tomarse un vaso de lavandina (lejía). Por culpa de su hermana, la cumpleañera acaba sin bombacha (braguitas). Un relato difícil de olvidar y de imitar.
        Siete casas vacías, en definitiva, es un volumen lleno de buenos relatos escritos de una forma impecable. Un libro lleno de grandes historias, tan tristes como divertidas, que nos hacen pensar en las relaciones que mantenemos con nuestros familiares y personas más allegadas. Siete retratos de familia en movimiento. Un lugar al que acudir cuando queramos vivir historias increíbles manteniendo, a la vez, los pies en la tierra. Un libro que, si te gusta la narración breve, no deberías dejar escapar.
Cristina Monteoliva