domingo, 16 de noviembre de 2014

Reseña: HORROR VACUI, de Paula Lapido.

Título: Horror Vacui
Autora: Paula Lapido
Edita: Salto de Página
Páginas: 304
Precio: 17,90 €

Una vez me atropelló un coche. Ocurrió un día de enero, cuando cruzaba un paso de peatones con mi perro. El conductor no paró y yo acabé volando por los aires, según me han contado. Cuando desperté en el centro de salud, no entendía absolutamente nada. Me sentía confusa, asustada, perdida. Una pequeña parte de mi memoria se había quedado en la carretera. A veces me digo: si mi breve pérdida de memoria fue tan angustiosa para mí, ¿cómo de terrible sería perder los recuerdos de toda una vida? Este es el punto de partida de Horror Vacui, la novela de Paula Lapido de la que hoy os vengo a hablar.
Isaac es un tatuador obsesionado con llenar los espacios de su mundo dibujando muchas cosas, sobre todo peces de trescientas cuarenta y cinco escamas. Nada de lo que dibuje, sin embargo, le hará llenar los espacios vacíos de su mente. Y es que Isaac solo recuerda lo que ha pasado en los últimos diez años. Lo demás es una niebla oscura, una maraña de sueños que no logra entender.
Una noche, Isaac encuentra un cadáver en la calle. Todo indica que se trata de un conocido millonario. Sin embargo, poco después una misteriosa mujer contrata a Isaac para trabajar para el mismo hombre. Este nuevo enigma se une a todos los que Isaac lleva tiempo descifrar. La cuestión es: ¿llegará el tatuador a descubrir alguna respuesta?
Es difícil entrar en la mente y en los sentimientos de alguien que padece un trastorno. Hace falta mucha empatía, muchas ganas por comprender la problemática del otro. Hay pegarse a él como si fueras su sombra. Paula Lapido entendió que no había otra manera para hacer llegar al lector a su Isaac, ese hombre con apenas diez años de memoria, el artista con un fuerte trastorno obsesivo-compulsivo; por eso creó un narrador a su medida. Una voz potente a la vez que paciente, meticulosa; aunque tal vez no tan paternal como en otras novelas de temática similar. Un ser que no solo logra el objetivo anterior, sino también el de hacer de esta novela una obra muy cinematográfica: difícil no leerla sin imaginar que estás viendo una película al mismo tiempo.
El narrador, en efecto, hace mucho; pero no lo es todo. Al fin y al cabo, sin unos personajes bien construidos y lo suficientemente singulares, una obra no sería nada. Así, sin Isaac, ese hombre perdido en su memoria y en un mundo gris que no logra entender; ese ser frágil que encuentra la fortaleza para enfrentarse a la gran aventura de su vida dibujando peces de trescientas cuarenta y cinco escamas; esa alma que se enamora sin importar nada ni nadie, esta novela, no sería nada. Tampoco podría entenderse sin sus secundarios: Antonia Aachen, la misteriosa mujer de rojo que hace que Isaac quiera encontrar respuestas; Maurice Cornelius, el millonario que se rodea del color blanco; Emil Bergmann, el empleado codicioso; Otto Lubitsh, el creador de fascinantes a la par que inquietantes autómatas; Nancy, la divertida chica de las pelucas; Jacob, y su obsesión por llevar siempre una cosa en cada mano; el Dr. Samuel Stern, el hombre que tiene las claves para entender el misterio que se cierne sobre el pobre Isaac…
Una obra, como decía antes, no sería nada sin unos buenos personajes. Tampoco sin una buena historia. Una historia lo suficientemente atractiva como para mantenernos pegados a las páginas durante horas y horas. Pues bien, Horror vacui la tiene. Y digo más: la suya es inquietante de principio a fin, repleta de huecos en blanco que tendremos que ir llenando junto a Isaac hasta el final. Un final, por cierto, que no puede dejar indiferentes, uno de los mejores que he leído en los últimos tiempos.
Horror vacui, en resumen, es una obra original, fresca y trepidante que te hará meterte en la mente de una persona obsesionada por llenar el vacío que se cierne a su alrededor. Acompaña a Isaac por las grises calles de la ciudad sin nombre, enamórate de la deslumbrante Antonia, adéntrate en la gran mansión del millonario Maurice Cornelius y descubre al final que tal vez todos tengamos más miedo a quedarnos en blanco de lo que pensamos. ¿Te atreves a comprobarlo? Hazlo antes de que te lo cuenten.
Cristina Monteoliva