martes, 21 de enero de 2014

EL SUEÑO DE LA ALDEA DING, de Yan Lianke


Título: El sueño de la aldea Ding
Autor: Yan Lianke
Traducción: Belén Cuadra Mora
Editorial: Automática Editorial
Págs: 376
Precio: 25,90 €

La globalización ha hecho que cualquier suceso horrible en cualquier parte remota del mundo pueda ser conocido al instante en cualquier otra parte del planeta. Siempre que ese suceso pueda resultar de interés, claro. O siempre que las autoridades no hagan todo lo posible por frenar los largos tentáculos de los medios de comunicación. El sueño de la aldea Ding, del autor chino Yan Lianke es todo un ejemplo de ello, al menos en parte. Dejadme que os cuente un poco de qué va esta obra a continuación.
Las vidas de los habitantes de la aldea Ding se marchitan tan rápido como las hojas en otoño. La muerte llega al poco tiempo de contraer la llamada enfermedad de la sangre, el mal que conllevaba la venta de sangre años atrás. Este mal de la sangre no es otro que el SIDA, una enfermedad sin tratamiento en una zona pobre del país, una condena segura. Y, aun así, todavía queda gente con esperanza en la aldea Ding. Gente que vive el día a día, que se ilusiona con pequeñas o grandes cosas. Gente que sueña. Gente como el abuelo de Xiao Qiang, el niño envenenado por sus vecinos hasta la muerte. O como el tío de este malogrado niño. Todas sus historias están recogidas en este maravilloso libro lleno de tanta pena como alegría. De tanta luz como dolor. De tanta fantasía como realidad.
El narrador de esta novela lírica, desgarradora y a la vez esperanzadora es Xiao Qiang, el fantasma del niño envenenado por sus vecinos por un motivo claro: su padre compraba sangre a la gente, y por su culpa gran parte del pueblo se ha contagiado del SIDA, una enfermedad que poco a poco está dejando el lugar sin habitantes.
Xiao Qiang nos cuenta con una sencillez poética, emotiva y directa la vida de sus familiares a lo largo de un no muy largo espacio de tiempo (tras la muerte del muchacho): su abuelo, el hombre que durante toda la vida ha ejercido como bedel de la escuela, un padre que no puede comprender cómo sus hijos han podido hacer lo que han hecho (y las cosas que siguen haciendo); el padre de Xiao Qiang, un tipo sin escrúpulos que no duda hacer negocio incluso con los muertos; el tío del chico, un hombre que no duda en vivir su historia de amor con otra enferma, a pesar del poco tiempo de vida que les queda; y la de un sinfín más de habitantes de esta triste aldea. Personas que podrían haber existido y ya no estarían en este mundo. Personas que merecerían ser recordadas.
El título de la obra, El sueño de la aldea Ding, podría hacer alusión a todos esos sueños rotos de los habitantes de la pequeña población, o tal vez a los sueños premonitorios y líricos que tiene el abuelo del chico, sueños que no hacen más que amenizar una obra ya de por sí amena e interesante, rica en matices de todo tipo, sobre toda en sentimientos.
Una vez leí por ahí que todo buen escritor ha de tener cierto compromiso con su tiempo (en realidad odio las citas, así que no me pidáis que busque quién lo dijo y cómo lo expresó concretamente). Esta máxima se cumple a la perfección en la figura de Yan Lianke, autor de esta genial novela. Y es que la obra que ahora podéis leer en castellano, esta pequeña joya literaria de nuestro tiempo, trata un tema tan real como desconocido por muchos: el del contagio de SIDA por la compra-venta de sangre en la provincia China de Henan. La novela está aún hoy prohibida en China, y no veo que los medios hablen mucho de ello hoy en día. Me pregunto cuántos asuntos desgraciados estarán siendo ocultados hoy en día al mundo, cuántas muertes injustas quedarán sin justicia alguna. También si tenemos que esperar a que sean los escritores las que las destapen en forma de novelas o ensayos. ¿Seremos capaces de abrir los ojos por nosotros mismos o tendrán que venir otros a abrírnoslos?
Sinceramente, hacía mucho que no me encontraba con un libro que aunara a la perfección el compromiso social de su autor, la trama interesante, la excelencia de la voz narrativa y la originalidad, en general. No me queda pues otra que acabar esta reseña invitándoos encarecidamente a leer El sueño de la aldea Ding, una obra tan dolorosa como necesaria. Una obra que os hará reencontraros con la verdad y con la buena literatura.
Cristina Monteoliva

EL SOL DE LOS MUERTOS, Ivan Shmeliov

Título: El Sol de los Muertos
Autor: Ivan Shmeliov
Editorial: El Olivo Azul
Págs: 272
Precio: 21 €

Algunas tragedias colectivas han pasado casi desapercibidas para el resto de la humanidad y la Historia, eclipsadas, tal vez, por otros hechos considerados más relevantes, o simplemente por no ser percibidas como tales desgracias. Podemos decir que éste sería el caso de la Revolución Rusa (también conocida como Revolución de Octubre) y de los que la padecieron, tema principal de “El Sol de los Muertos”, la obra del autor ruso Ivan Shmeliov que hoy nos ocupa.
El protagonista de esta historia es un intelectual que vive pobremente en una casa de campo en la bella península de Crimea. El lugar está tomado por los bolcheviques, quienes tienen la potestad de decidir sobre la vida o la muerte de los habitantes del lugar. Las estaciones transcurren así, sin esperanza, para los que quedan aún con los pies sobre la Tierra.
Aunque el personaje principal y narrador de esta crónica-denuncia no nos dice su nombre en ningún momento, sabemos, gracias al prólogo de Gabriel Sofer, que se trata en realidad del propio Ivan Shmeliov. Por tanto, no se trata de una obra de ficción al uso, sino del propio horror del escritor, de sus propias vivencias y sentimientos.
Shmeliov emplea el tiempo presente en casi todo momento, relevando el pasado a un puesto secundario. El monólogo interior se superpone a la narración al uso. De esta manera, el autor consigue que la acción se muestre más cercana al lector, casi como si estuviera pasando en este mismo momento, como si estuviéramos junto al protagonista, dentro de su propia cabeza.
Nos cuenta Gabriel Sofer en el genial prólogo que precede al resto de la trama, que durante mucho tiempo la Revolución Rusa fue percibida en Europa desde un punto de vista casi romántico, como un cambio de régimen admirable, llegando incluso a mirar con recelo a los exiliados rusos. El que se acerque a este libro comprenderá al instante que poco romanticismo y mucho de real y crudo tuvo este conflicto.
Esta es una historia de pequeñas cosas, en todos los sentidos de la expresión. Son pequeñas las cosas que pasan en Crimea y el resto de Rusia, para el resto de la humanidad: niñas que entregan su inocencia a cambio de algo que llevarse a la boca, abuelos que ven morir a sus nietos, hombres que entierran a sus mujeres en sus muebles favoritos, porque no hay ataúdes... Pero también son las pequeñas cosas del día a día la que hacen a los personajes de esta historia aferrarse a la vida: un almendro en flor, escuchar las esperanzas de un pobre iluso, compartir la poca comida que queda con un vecino...
Y es que los días en Crimea parecen eternos cuando el hambre acucia, hay poco que hacer en un mundo que se ha vuelto del revés. El protagonista se entretiene hablando con la naturaleza, con unos animales domésticos que parece que van a empezar a articular palabra de un momento a otro. La prosa se convierte así en la más bella de las poesías, toca el alma del que tiene el libro entre sus manos.
Cada día, este intelectual venido a menos se encuentra con vecinos y amigos que le cuentan que las cosas van peor. No pueden creer que les hayan engañado con falsas promesas, que tan sólo les quede esperar la muerte.
A veces, la rabia no puede con él: el narrador se gira con ironía hacia el lector que cómodamente lee esta obra, ante el mundo occidental que no quiere ver la realidad de Rusia. Incluso, a veces, la impotencia es tan fuerte que no puede evitar enfrentarse con el Dios que los abandona a su suerte, el ser que ha puesto sobre el cielo un Sol que ya sólo ilumina a los muertos vivientes de Crimea.
No se puede evitar al menos un momento de reflexión después de leer esta obra, este entramado tan desgarrador de testimonios. Porque, ¿cuántos hombres, mujeres y niños no estarán pasando por esta misma situación hoy en día, en conflictos que al resto del mundo no les interesa ver? ¿Estamos nosotros a salvo, en nuestras cómodas viviendas? ¿Y si lo inesperado sucediera? ¿Y si nos sucediera a nosotros?
Dos veces le dio la espalda occidente a Shmeliov: la primera, en Crimea, cuando no había esperanza; la segunda, cuando su amigo Thomas Mann lo propuso para el premio Nobel. Que no sean tres las veces que el mundo se esconda ante su obra y el horror de tantos. Demos una oportunidad a esta obra. No nos olvidemos de los que sufren.
Cristina Monteoliva