lunes, 7 de octubre de 2013

¿Quién es JESÚS ARTACHO?

Jesús Artacho Reyes nació en Cuevas Bajas, Málaga, en 1986, es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada y quisiera trabajar en una biblioteca algún día.

A Jesús le apasiona la literatura. Es lector de Auster, Boña, Kafka…Reseña libros. Y escribe. Sobre todo, escribe. Y lo hace bien. Sus relatos han ganado numerosos concursos hasta la fecha (el Certamen Nacional Villa de Periana, 2006, y el Málaga Crea, 2013, entre otros muchos).


A Jesús le da igual publicar con una editorial grande o pequeña. Sabe que lo importante es que la literatura llegue a los lectores. Por eso ha decidido no esperar nuevas cartas desde las empresas que publican libros y ha editado por su cuenta “El rayo que nos parta”, su primer volumen de relatos. 

Entrevista a JESÚS ARTACHO (I)

¿Cuándo y por qué comenzaste a escribir?
En el instituto. En una clase de literatura de 3º de E.S.O. la profesora nos puso como tarea escribir un relato ficticio. Me gustaron las sensaciones y poco después empecé a escribir otro por puro gusto. Desde entonces, he ido haciéndolo de forma más o menos constante hasta hoy, doce años después. En cuanto al porqué, bueno, yo era bastante tímido, bastante más de lo que soy ahora, y encontrar un modo de expresión como la escritura pudo ser en cierto modo una vía de escape.

¿Qué autores crees que te han influenciado?
No lo tengo muy claro, quizá un lector-crítico sería más apropiado para responder. Supongo que Borges, Kafka, Auster, Cortázar, Bolaño, Carver o Vila-Matas, que, salvando las distancias, al menos están entre mis preferencias como lector en lo que a narrativa se refiere.

¿Eres capaz de escribir sin pensar antes, durante o después de acabar el relato en una cita?
En el libro se incluyen algunas citas, pero ni mucho menos en todos los relatos. Así que por supuesto. La duda ofende.

Has ganado numerosos concursos literarios. ¿Cómo lo haces?
Yo no diría que tantos, aunque si me sorprende que me han premiado textos muy distintos entre sí. Como creo que decía Delibes, en una actividad que genera tantas dudas, como es la de escribir, recibir un premio supone una palmadita en la espalda que anima a pensar que uno no va del todo desencaminado.

¿Cuánto puedes tardar en escribir un relato?
Depende de la extensión y del tiempo que se le dedique. Algunos, por su brevedad, se escriben de una sentada; otros en una semana, más o menos, y hay algunos que van tomando forma poco a poco dentro de uno, así como en el papel, a lo largo de meses.

Además de escritor eres reseñista. ¿Te resulta complicado compaginar estas dos actividades?
Pues como lo hago cuando me apetece, ya que no tengo editor que me presione para que le entregue un libro ni jefa que me azote para que le envíe una reseña, la verdad es que no. Al fin y al cabo, se trata de actividades que uno hace con gusto y a veces hasta con pasión. Teniendo tiempo para ello, no hay ningún problema.

¿Qué tiene para ti el relato que no tiene, por ejemplo, la novela?
Más músculo, más nervio, menos partes de relleno. Por decir algo.

A propósito de lo anterior, y a sabiendas que eres un amante de lo breve: ¿te ves en un futuro escribiendo una novela?
Nunca se sabe, pero por ahora sigo teniendo intención de explorar los territorios de la brevedad, que me parecen muy ricos en cuanto a posibilidades y recursos.

“El rayo que nos parta” es tu primer libro de relatos publicado. Sorprende tu obra, ya no solo por la calidad literaria, sino por tu decisión de autopublicarla, a pesar de haber ganado bastantes premios literarios con muchos de los cuentos que contiene este volumen. Quiero decir que cualquier podría pensar que el ganar concursos te abriría las puertas de las editoriales. En definitiva, lo que yo quería preguntarte: ¿por qué te has decidido por la autoedición?
Pues porque, al contrario de lo que podría pensarse, ganar algunos certámenes no conlleva necesariamente que en las editoriales le vayan a uno a recibir con los brazos abiertos. De la docena de ellas, aproximadamente, con las que me puse en contacto, sólo tres me han respondido. Dos de ellas me propusieron, debido a la terrible situación actual, creo que decían, una suerte de co-edición que no me acabó de convencer, así que, pensándolo un poco, la mejor opción me pareció acudir a una imprenta y tratar de difundir modestamente el libro por mi cuenta, aprovechando unos pequeños ahorros y la ayuda de una pequeña empresa local, Construcciones Goruiz.

©Jesús Artacho Reyes

¿QUÉ ESCRIBE JESÚS ARTACHO?

 A continuación, algunos fragmentos de los relatos que podréis encontrar en EL RAYO QUE NOS PARTA, de Jesús Artacho: 


EL RAYO QUE NOS PARTA

Por aquí apenas pasan coches. El nego­cio no da para mucho, pero al dueño no le en­tra en la cabeza: cerró la gasolinera y luego la ha vuelto a abrir. Mientras haya para seguir tiran­do… No es que haya sido siempre así. Antes de que abriesen la autovía, este era un sitio transi­tado, pero luego, cuando terminaron las obras, la gente dejó de venir y poco a poco nos fuimos quedando solos, la soledad se nos fue adhirien­do al cuerpo como una costra, en realidad como una herida en carne viva. Mi madre me lo avi­só. Pero a veces no oímos, no queremos oír y los cantos de sirena nos atrapan en su telaraña y nos vamos a la mierda sabiendo que está en nuestra mano no caer tan bajo, es la vida, pero algo nos empuja, y nos nubla la vista y nos pone la zanca­dilla para que tropecemos.
Al menos no hay malas vistas, nos que­da el consuelo sentimental del espectacular cielo sangrante de los atardeceres. La carretera pide a gritos una buena capa de alquitrán, desgasta­da por el tránsito parsimonioso de camiones pe­sados y tractores. A veces alguien llega, para el motor pero no reposta, ni siquiera por conside­ración, simplemente se baja del coche y pregunta por el camino porque se ha perdido. Si me que­dase algo de esperanza diría que es desesperan­zador, pero va a parecer que intento dar lástima. No es eso, créanme, durante la mayor parte del tiempo nada de esto me afecta, al fin y al cabo el negocio no es mío, pero mi situación en muchos aspectos es deficitaria y a veces, cuando me voy a la cama o me miro desnuda en el espejo, me pregunto a qué se reduce todo.
A qué se reduce todo.
(Inicio del relato “El rayo que nos parta”)



PHILLIES

Phillies. Así se llama la papelería de mi padre. No pudo ponerle cualquier otro nombre: tuvo que ser Phillies.
Es por el pintor Edward Hopper. En un cuadro suyo, titulado en inglés Nighthawks, hay un bar o un restaurante que se llama Phillies.
No tengo ningún reparo en decir que el cuadro no me gusta. Es más: incluso lo detesto. En el cuadro que les digo no hay nada, sólo una calle desierta y cuatro personas: una mujer y tres hombres. Uno, que lleva un gorrito blanco, está tras la barra de Phillies. Los otros dos, trajeados, llevan un sombrero de fieltro. Uno está solo y de espaldas, y el otro, que parece estar fumando, aunque en el cuadro no se observa ni pizca de humo, quizá no haya encendido aún el cigarrillo y sólo lo sostenga entre los dedos, el otro, digo, está acompañado por una mujer rubia de ves­tido rojo que, dicho sea de paso, no se ve muy animada. De hecho, parece que se esté mirando las uñas, de puro aburrimiento. Pero si uno pres­ta atención descubre que no es así, sino que mira un pequeño papel que sujeta entre los dedos. To­tal, que en el cuadro no pasa nada. No se mueve ni una mosca.
No sé por qué mi padre le puso ese nom­bre a la papelería. Cada vez que se lo pregunto me dice que porque le gusta, o cosas por el estilo para salir del paso, pero barrunto que en el fon­do tiene que haber otras razones. Mi padre no es un entendido en arte, ni mucho menos, e incluso sospecho que Nighthawks es el único cuadro que le gusta.
(Inicio del relato “Phillies”)
  


EL EXILIO INTERIOR

Interrumpió de golpe la canción que estaba tarareando mientras se secaba. Algo in­quieto, detectando ciertas variantes, barrió con la mirada el cuarto de baño, ahora que la nube de vapor permitió a los objetos delimitar sus for­mas. El diseño de los azulejos se le antojó tan ex­traño como ridículo, el bidé había desaparecido, el espejo era ahora oval.
Desde la cocina, una voz lo reclamaba cada vez con mayor urgencia. Hora de cenar. Se apresuró a bajar las escaleras: el pasamanos, el color del mármol… Para cuando se sentó a la mesa de la cocina, varias veces se había pre­guntado dónde estaba, porque aquella no era su casa. Como tampoco era su esposa la mujer que se comportaba como tal y le pedía que le pasase el pan con la voz monótona de quienes llevan años conviviendo.



SALÓN CON BUQUE

Huete busca las zapatillas debajo de la cama. Entonces, algo extraño nota. Hay bajo el colchón una planta, una planta que Huete iden­tifica como hiedra.
Huete no la ha plantado allí. Huete no tie­ne plantas en casa y lo ignora casi todo sobre las plantas. Huete se pregunta si la hiedra es una planta que se planta o una planta que crece por voluntad propia.
Hinca las rodillas en el suelo y observa la hiedra, que para brotar ha resquebrajado una baldosa. Luego recobra su verticalidad algo en­corvada y, antes de acostarse, con la mente toda­vía en la hiedra, se encoge de hombros.
(Inicio del relato “Salón con buque”)



GREGUERÍA

La j es una i recibiendo un soborno.


ENTREVISTA A JESÚS ARTACHO ( II )

¿Crees que los escritores de cuento lo tienen más fácil o más difícil que los de novela en España?
Sin ánimo de ser victimista, me parece que el cuento es un género más minoritario que la novela, en cuanto a lectores y también en cuanto a posibilidades de publicar, aunque haya algunos sellos bien conocidos que basan, cosa que es de agradecer, su catálogo en el cuento (véase “Páginas de Espuma”).

¿Te sientes un escritor “topo”?
Pues no sé, la verdad. Lo de la comparación de la vida del escritor con la vida de un topo era más una breve reflexión. Aunque quién no ha sentido, al tratar de buscar la palabra adecuada al expresar algo, al escribir una carta o un mensaje, que lo que busca se le escapa y no se queda más que con las uñas llenas de tierra.

Por cierto, muchos te tus relatos giran alrededor del mundo de la escritura. ¿Es algo premeditado?
No, pero supongo que uno escribe de cosas que le quedan más o menos cerca y la literatura es algo, cómo no, con lo que uno está en contacto.

¿Has visto alguna vez un buque en tu salón?
No, que yo recuerde. Mis alucinaciones, por el momento, no llegan a ese punto.

¿Sueles tener miedo de tus pesadillas, como alguno de tus personajes?
El mundo onírico me parece interesante, pero, por suerte -si el sueño es malo-, cuando uno lleva un rato despierto el magnetismo de lo soñado va desapareciendo.

Hopper da comienzo y fin a “El rayo que nos parta”. ¿Qué significa para ti este pintor?
Es un pintor que, desde hace años, cuando vi alguno de sus cuadros en los libros del bachillerato, me gusta. Sus obras me resultan fascinantes e inspiradoras, por emplear dos adjetivos contundentes.

¿Lo de Bárcenas es casual o te inspiraste en el Bárcenas que todos conocemos?
El relato en el que aparece el personaje llamado Bárcenas fue escrito hace años, cuando aún no se había destapado el escándalo del tesorero, así que es pura casualidad. Si me llamó la atención el apellido fue más quizá por un jugador de baloncesto de Estudiantes, apellidado Bárcenas.

¿Te has sentido alguna vez como la protagonista del cuento “El rayo que nos parta”?
Quizá ese relato lleve al extremo algo que yo haya podido sentir…

¿Qué esperas que encuentren los lectores en “El rayo que nos parta”?
Ojalá encuentren cosas que les hagan reflexionar, sentir algo, quizá esbozar una sonrisa… Espero que encuentren una voz cercana y en ocasiones intensa.

¿Qué nuevos proyectos literarios tienes en mente?
Sigo escribiendo cuentos. Así que espero, de aquí a unos años, si las circunstancias lo permiten, poder publicar un segundo libro.

¿Te gustaría añadir algo antes de acabar esta entrevista?
Pues ya que estamos, agradecer a los lectores la acogida que están brindando al libro y a ti por dedicarle este espacio.

©Jesús Artacho Reyes

EL RAYO QUE NOS PARTA. Jesús Artacho

Título: El rayo que nos parta
Autor: Jesús Artacho
Autoedición
Págs: 135
Precio: 8,50 €

Es fácil llegar a pensar que si ganas un buen número de concursos literarios con tus cuentos las editoriales te harán más caso. La realidad, sin embargo, puede ser bien distinta. Y es que hoy en día, ¿quién sabe lo que quieren las editoriales? Menos aún en el mundo del relato breve, tan poco popular entre los lectores españoles (por más que los escritores se esfuercen en conseguir lo contrario). Pero, ¿por qué no llegar a publicar cuando sabes que merece la pena? ¿Qué cómo? Pues por ti mismo, como ha hecho Jesús Artacho con su libro de cuentos El rayo que nos parta.
Muchos de los relatos (un total de veinte) que componen el volumen titulado El rayo que nos parta, tal y como indica el autor al finalizar los cuentos, han sido premiados en concursos de una u otra manera, han sido publicados previamente, etc. Sin embargo, ninguna editorial tradicional ha querido apostar por un autor tan brillante, a mi parecer, por lo que Jesús ha tenido que rascarse el bolsillo para autoeditar, gracias a la ayuda también de Construcciones Goruiz S. L., su primer libro de cuentos.
El rayo que nos parta debe su nombre a uno de sus relatos (el cuarto, en concreto). En él, su protagonista narra su vida junto a un hombre con el que no tiene relación sentimental pero al que quiere hasta el punto de no poder dejar de estar a su lado. No hay acoso, pues el otro entiende perfectamente la situación y la tolera. No hay esperanza, pues la protagonista lo sabe. Lo que sí hay es una situación que a muchos nos podrá resultar muy, muy cercana. Imposible no empatizar con esta pobre enamorada.
El volumen lo abre Phillies, un misterioso relato en el que Nighthawks, un cuadro del americano Hopper juega un importante papel dentro de una papelería de pueblo. Como no podía ser de otra manera, el volumen termina también con este pintor y su obra, concretamente en el cuento Otra persona, una historia que nos habla de cómo podemos cambiar de idea gracias al tiempo y las experiencias vividas.
Precisamente el cambio es un tema recurrente en este libro, pues lo encontramos también en El exilio interior, Everybody´s changin, Reefutación de Bruce Lee, Pesadilla y Salón con buque.
Aunque muchos son los cuentos con tintes fantásticos que vais a encontrar en este libro, es precisamente Salón con buque el más fantástico de todos, ya que los personajes no se asombran con los cambios que sufre su universo, sino que los sufren con cierta indiferencia. Otros cuentos en los que la fantasía está muy presente son Todo en la mente, Pesadilla y Ausentes. Este último cuento, Ausentes, nos habla de otro tema que se repite aquí: el de la literatura. Otros cuentos que versan y nos hacen pensar sobre el complejo mundo de las letras son Topos y Patochadas.
Decía antes que muchos de estos cuentos pueden encuadrarse dentro del género fantástico. Pues bien: otros, sin embargo, están muy anclados en la realidad o, al menos, a una realidad que para mí es muy cercana. Estoy hablando de Aterrizaje forzoso, El gol del empate y Último tren. Precisamente, el último cuento mencionado por mí en la anterior frase nos habla de un tema que da mucho que pensar: el de tomar decisiones. También de las cosas que pensamos en una mala noche y en qué decidimos hacer o no hacer al día siguiente.
De decisiones y cambios de opinión va también Morirse es cosa seria, una deliciosa pieza con un suicida y unas risas como protagonistas.
Hasta el momento no hemos hablado de la extensión. Lo cierto es que en este libro, siempre dentro de lo breve, tienen cabida todo tipo de relatos, desde los más hiperbreves, como Greguería, No hacer nada y Paranoia, hasta el más largo, casi una novela breve detectivesca, de título Laberintos.
Con respecto al estilo de Jesús Artacho, he de decir que, teniendo una prosa impecable, resulta cercano y sincero sea cuál sea el tiempo verbal que utilice la narración. Este es, sin duda, su mayor logro, lo que puede hacer que lectores muy distintos se acerquen a sus cuentos y los disfruten.
Cuesta pensar que una persona cuyos relatos han merecido tanto reconocimiento no logre encontrar las puertas abiertas de las editoriales. Cuesta creer que unos cuentos tan buenos, unas historias que nada tienen que envidiar a otras que sí se están publicando en grandes editoriales, no puedan llegar a todos los lectores por las vías tradicionales. Me cuesta mucho hacerme a la idea de que unas piezas que al leerlas me hacen recobrar la fe en la literatura breve, unas lecturas que al terminarlas me dan ganas de ponerme a escribir como si no existieran un mañana, no hayan sido valoradas como se merecían por otros. Casi tanto como el pensar en que no hagáis caso a mis palabras y no escribáis a elrayoquenosparta@hotmail.com para enteraros de cómo conseguir un ejemplar de este fantástico libro de cuentos, El rayo que nos parta.
Cristina Monteoliva

miércoles, 2 de octubre de 2013

ÉRASE UNA VEZ. Varios Autores

Título: Érase una veZ
Autores: Varios (Antología)
Editorial: Kelonia Editorial
Págs: 170
Precio: 11,70 €

Las antologías de cuentos sobre zombis están de moda. No hay más que echar un vistazo a las novedades editoriales al respecto de los últimos meses para darse cuenta. Las hay de muchos tipos (no sabéis lo que pueden dar de sí los muertos vivientes), pero yo hoy os voy a hablar de una en concreto, la editada por Kelonia Editorial a finales de agosto o primeros de septiembre: Érase una veZ.
Érase una veZ es un título que lo dice todo. Con solo echarle un vistazo ya sabes que la cosa va de zombis y cuentos de toda la vida. Cuentos con los que nos dormíamos con los que éramos pequeños y teníamos lindos sueños, pero que ahora, en sus nuevas versiones “zombi”, nos pueden provocar pesadillas.
Pero, ¿por qué nos parecían tan idílicos esos cuentos, cuando en realidad, tal y como nos cuenta Carlos Sisi en el prólogo de esta obra, fueron escritos para asustar a los niños, para conseguir con ellos que fueran menos incautos? Pues porque con el tiempo, estas obras han sido edulcoradas, a veces hasta el ridículo. Es justo, por tanto, que vuelvan a dar miedo con estas nuevas versiones (aunque no creo que los niños tengan que vérselas nunca con zombis, la verdad).
El libro, editado gracias a un proceso de crowdfunding, se compone de un total de trece piezas escritas por autores españoles cuyos nombres paso ahora mismo a nombrar: J.E. Álamo, Athman M. Charles, A.M. Caliani, Juan de Dios Garduño, Daniel Gutiérrez, Tony Jiménez, Marta Junquera, Carolina Márquez Rojas,  Ana Martínez Castillo, Miguel Ángel Naharro, Julián Sánchez Caramazana, Victoria Vílchez y  Voro Luzzy. La portada ha sido realizada por Barb Hernández y Daniel Expósito. También Barb Hernández ha realizado las ilustraciones que dan inicio a cada pieza
Abre el volumen el espeluznante poema titulado El lobito infectado. Lo demás que vais a encontrar aquí son cuentos, terroríficos relatos de extensiones variables, estilos variopintos y mucha, mucha sangre. Y es que cuando los zombis atacan, la Zerillera se levanta de su tumba, Rizitos de oro vuelve de la tumba clamando venganza, Caperuzita roja ya no es tan tierna, Juan ya no encuentra tan mágicas las habichuelas, al Sastrezillo Valiente le sale caro el malentendido de siempre, los tres Zerditos temen al zombi feroz, Hansel no comprende qué le ha pasado a su hermana Gretelz, la Bella es casi tan burra como la Beztia, la manzana convierte en monstruos a los enanitos, Barba Azul es atacado por sus esposas, Pinocho es un Zenatocho y la Zirenita se obsesiona con el príncipe hasta límites insospechados.
He de decir que he disfrutado especialmente con los cuentos protagonizados por chicas. Que las princesitas de los dibujos animados hayan sido despojadas de su glamour para convertirse en asesinas, víctimas a punto de morir o incluso terribles malvadas me ha parecido algo delicioso. Si tuviera que elegir a una de ellas, me quedaría con la joven Bella, convertida en su versión zombi en una chica bastante masoquista habitando un mundo tétrico, un universo donde lo más horrible se toma por sus habitantes con total normalidad.
También puedo hablar muy bien de la pobre Blancanieves de La manzana, convertida aquí en la intensa narradora de una terrible historia llena de sentimiento, terror y enanos horrendos.
Si tuviera que elegir entre los personajes masculinos, me quedaría con Hansel, ese muchacho que busca la manera de salvar la vida de su hermano y él mismo a pesar de los planes de su madrastra.
En definitiva, Érase una veZ es una antología muy variada, a pesar de la temática común (los cuentos infantiles de toda la vida), una obra muy a tener en cuenta si te interesa el terror, los muertos vivientes y, sobre todo, ver lo que pueden hacer un buen puñado de escritores españoles cuando se les pone el reto de convertir una tierna y dulce  pieza en una horrible historia que de pesadillas a los lectores.
Cristina Monteoliva